Capítulo 18

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Aquel viaje suponía un cambio en la vida de ambas. Un nuevo destino lleno de incógnitas y de múltiples cambios. Un camino que andarían juntas, una al lado de la otra, dispuesta a encontrarse y a descubrirse, dispuestas a dejarse ser para abarcar el abanico de posibilidades que se les abría justo enfrente. Junto a la carretera dejaban atrás Santa Amalia, el lugar que las vio creció y que las condicionó a ser una sombra de lo que realmente querían ser, un lugar cuyas normas sociales se interiorizaban hasta que te dejaban marcada, cumpliendo obligaciones y expectativas a expensas de sueños olvidados.

Ante ellas se erguía la capital de España, la ciudad que nunca duerme. Una ilusión que, a cada minuto, se hacía más tangible. El cartel de Madrid cruzó ante los ojos de la pareja que, con una sonrisa, se miraron a los ojos.

- No me lo puedo creer - Murmuró Amelia regresando la mirada al paisaje.

- Yo sí que no lo me lo creo. - Respondió con la mirada en ella.

Seguían cogidas de la mano, como si aquel agarre les confirmara que todo lo que estaba sucediendo era real, como si sus dedos fueran el recordatorio de que aquella realidad existía.

- No me vas a contar qué ha pasado.

Amelia la miró extrañada.

- Que ha pasado ¿de qué?

- De por qué estás aquí.

- Ya lo sabes. - Regresó la mirada a la ventanilla donde podía ver el reflejo de Luisita.

- Amelia... - Insistió.

Acarició el dorso de su mano y tras uno segundos de silencio apretó el agarre.

- Jaime. - Susurró avergonzada.

- ¿Jaime? - Se hubiera esperado cualquier otro nombre menos el de su hermano.

- Me pegó. - Mantuvo el tono bajo, temiendo que sus palabras la hicieran más pequeña, se encogió en el asiento y fijó la mirada al fondo borroso.

- ¿Qué?

- Lo que oyes... 

- Pero... - Intentó controlarse, mantener una actitud neutra. - ¿Pero quién coño se cree que es?

- Tsss... - La mandó callar en cuanto vio como los dos hombres de al lado las miraban curiosos.

- Pero qué le pasa a tu familia solo saben arreglar las cosas con violencia ¿o qué?

Estaba mucho más alterada de lo que su actitud demostraba, que el hermano pequeño de Jaime se creyera con el derecho de pegar a Amelia cómo y cuándo quisiera demostraba claramente el lugar de ella en aquella familia, un lugar que nadie y mucho menos ella merecía.

- Eso parece... - Contestó resignada.

- Amelia... - Pronunció despacio en un leve murmuro logrando captar la atención de su amiga. - Negaré haber dicho esto, pero me alegro, porque eso te ha traído aquí. - Sonrió con timidez.

- Nunca debí decirte que no, Luisita, desde pequeñas habíamos planeado esto. No sé en qué momento pensé que... - Se calló.

- Pensaste que...

- Que todo sería diferente, que podría estar por encima de esa situación. Al final he acabado huyendo. - Un poco de culpabilidad se asomó entre sus palabras.

- No estás huyendo, Amelia, estás dándote la oportunidad de tener una vida nueva. La vida con la que siempre has soñado.

- ¿Y si no sale bien?

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