Capítulo 25

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Las dos mujeres hablaban en susurros, desviando las miradas de vez en cuando y conteniendo una emoción que desconcertaban a la pareja, Amelia y Luisita apenas habían apartado la vista de ellas dos, habían dejado de hablar en cuanto la morena le confirmó que la mujer del pelo naranja era amiga de su tía. Dudaron en múltiples ocasiones en si acercarse o no, presentarse como la sobrina de Clara y explicarles los motivos que les habían traído a la gran ciudad, sin embargo, el miedo y la vergüenza pudieron más. Se limitaron a observarlas sin perder detalle y con la esperanza de poder escuchar algún retazo de la conversación, pero apenas pudieron captar sus voces, no obstante, en cuanto vieron como le pedían la cuenta a Pelayo, Luisita hizo lo mismo mientras, en voz baja, le pedía a Amelia que preparase para salir.

La morena de ojos verdes y la pelirroja salieron del bar agarradas del brazo, no se percataron de la presencia de Luisita y Amelia quienes aprovecharon para seguirlas con discreción.

- Luisita... - Susurró. - No crees que es más fácil decirles quienes somos. - Propuso mientras disimulaban viendo un escaparate en lo que la pareja entraba en un edificio en pleno Sol. 

- No quiero decirles quienes somos para que me digan que no conocen a  Clara. Estoy cansada de las evasivas de las personas.

No pudo rebatirle la idea, en cierto punto, tenía razón. Desde su llegada a Madrid, a todas las personas que le hablaban de Clara decían no conocerla cuando era obvio que sabían quién era. El misterio que se estaba generando en torno a la figura de la tía de Luisita comenzaba a ser preocupante y un callejón sin salida. De pronto, la aparición de aquellas mujeres se sentía como una pequeña grieta donde la luz era capaz de filtrarse, lo mejor era ser cuidadosas y no llamar la atención, intentar descubrir quiénes eran ellas y tirar de aquel hilo.

Quince minutos después las mujeres salieron del edificio con varias bolsas de papel, una de ellas agarraba con fuerza una de las bolsas y la apretaba contra su pecho, como si dentro de ellas hubiese algo de valor.

- Venga, Amelia, no te distraigas... - Le dio un codazo e hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera.

- Luisi no creo que esto sea una buena idea. No conocemos la ciudad. No vamos a saber volver a casa.

- Amelia, no me seas gallina, para volver solo tenemos que preguntar a la gente y ya.

- ¡Qué fácil lo ves tú todo! - Sonrió.

- Y qué complicado lo ves tú. - Le sacó la lengua a modo de burla.

 Caminaron durante veinte minutos más hasta que las dos mujeres se volvieron a adentrar en un edificio mucho más discreto que el anterior. Se escondieron estratégicamente tras la esquina más cercana y esperaron estoicas algún nuevo movimiento. No obstante, el tiempo pasaba y parecía de que aquel portal no salía nadie y mucho menos las mujeres a las que llevaban media tarde persiguiendo.

- No parece que vayan a salir... - Comentó Amelia sin apartar la mirada del portal. - ¿Qué hacemos?

- No lo sé ¿vivirán ahí?

- No lo sé, no parece 

- ¿Nos acercamos?

- Nos acercamos ¿y qué?

- No sé, miramos... - Se encogió de hombros la rubia, era la único que se le ocurría en aquellas circunstancias.

- Pues venga, vamos - Amelia la agarró de la mano y tiró de ella hasta colocarla a su lado. - Disimula. - Farfulló.

- ¿Qué disimule?¿Cómo? -  Por alguna extraña razón sus nervios comenzaron a brotar, miraba cada dos por tres la calle mientras la morena mantenía fija la mirada en el portal con miedo a que ésta se abriera en cualquier momento y las descubrieran. 

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