Les había costado llegar a la calle de Clara. Cuanto más tiempo pasaban más grande se hacía Madrid y eso, para quienes no están acostumbrados a los intrincadas calles de las grandes ciudades, a los innumerables coches y al ruido de las vidas ajetreadas, agota. Agota y abruma.
Y así se sentía ellas, abrumadas por los constantes estímulos, agotadas por recorrerse aceras y aceras sin llegar a ningún lado, mirando a los lados y sin ver nada conocido. La ilusión y las ganas de empezar algo nuevo se fueron mermando a medida que caía el día y seguían sin noticias de la tía de Luisita.
Casi una hora después de salir del hospital, llegaron a la casa y llamaron varias veces al telefonillo, pero nadie contestaba. Decidieron sentarse en el pequeño peldaño del portal y esperar a su llegada. Una llegada que parecía que no iba a ocurrir. Miraban ansiosas a los lados de la acera, en busca de una cara conocida, necesitaban ver a alguien con un rostro familiar, sentir el calor de una sonrisa. Confundían jóvenes con minifaldas y cabello rubio, reaccionaban a nombres que parecían sonar como el de Clara pero nunca era ella.
- Y... - Titubeó.
Las palabras se le hicieron bola, se enredaron en su garganta y subieron en forma de lágrimas, aguándole la mirada. Una realidad ajena a la suya comenzó a invadir sus percepciones. Y si le había pasado algo. Algo de verdad. Ese algo que se escribe con letras mayúsculas y que se convierte en tabú debido al miedo que provoca pronunciar su verdadero significado.
- Y si no va a volver.
Lo dijo en un suspiro. Soltó la frase dejando salir sus miedos.
- Luisi... - La intentó calmar con la textura aterciopelada de su voz, con ese tono que era capaz de ralentizar los latidos de su rubia.
- Y si le ha pasado algo. - Le tembló la voz. Lo suficiente para hacer tambalear a Amelia que la miraba con miedo a que se rompiera.
Había visto su vulnerabilidad en su forma de encoger el cuerpo, se hacía pequeña ante una adversidad que no creyó que fuese real porque Luisita nunca creyó que Clara no estuviera en Madrid.
- La vamos a buscar, a eso hemos venido ¿no? - Le confirmó la morena sosteniéndole la mano.
- Pero...¿cómo?... ¿Dónde?
Un inmenso vendaval se abrió paso entre sus pulmones, agotando todos sus recursos y poniéndola al límite. La sensación de ahogo fue creciendo a medida que su cerebro procesaba la realidad, la realidad de que su tía había desaparecido, que no era un viaje de unos cuantos días, era mucho más.
- Quizá está en casa de su novio.. - Propuso Amelia al ver su estado de ánimo.
La rubia se limitó a mirarla, ambas sabían que eso alternativa no era factible. No explicaba las semanas de ausencia.
- ¿Y ahora qué hacemos?
Una lápida cayó a su espalda abriendo la veda a sus pensamientos, a sus miedos, provocando una ruptura en el muro que le tapaba el bosque. Y fue ahí, admirando el bosque y no los árboles cuando comprendió que aquel viaje no era por placer, comprendió que las intenciones de comenzar una nueva vida feliz era una mera ilusión, que su excusa para salir del pueblo era real y que tenía que hacer algo.
- Es una locura, Amelia, tenemos que volver. - Se levantó decidida, llevada por un impulso cobarde o mejor dicho prudente.
La morena se levantó con ella.
- ¿Qué dices? No podemos volver, no ahora.
- Es ahora cuando podemos volver. Aún no ha pasado ni un día, se quedará todo como una anécdota y ya, con el tiempo nadie se acordara.
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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...