- ¿Amelia? - Susurró al encontrarse la habitación a oscuras.
Consultó el reloj, eran las ocho de la tarde, la morena ya debería de estar en la habitación. Volvió a pronunciar su nombre con algo de inseguridad. Un fino haz de luz procedente del baño iluminó la pequeña estancia.
- ¿Luisi?
- A... - Se vio interrumpida por la imagen de la morena.
Amelia llevaba un vestido negro ceñido por encima de la rodilla con un escote de palabra de honor que deja a la vista sus hombros y su cuello. Respiró ando y fijó la mirada en su labio, se había echado un carmín burdeos que le resaltaba más aún su boca y colorete en las mejillas remarcando sus pómulos.
- Per... - Fue lo único que logró articular.
- Pensé que llegarías más tarde. - Se excusó ruborizada. - Me estaba arreglando.
Recorrió su cuerpo con la mirada varias veces. Se había recogido el pelo en un moño alto aunque algunos rizos rebeldes se había salido de su lugar.
- Estás...
No pudo contener una pequeña carcajada antes las reacciones de Luisita o mejor dicho ante los intentos de ella.
- Quería invitarte a cenar... por eso me he puesto así... - Señaló el look.
La rubia seguía sin habla, observando a Amelia y analizando cada parte de su anatomía. ¿Cómo podía ser tan perfecta? Sintió una pequeña descarga en el interior de su vientre, un deseo incontenible se debatía entre las palabras y los actos. Entrelazó sus dedos y la miró a los ojos.
- ¿Y eso? - Tragó saliva, tenía la boca demasiado seca.
- ¡Me han cogido! - Exclamó emocionada dando un pequeño salto en el lugar.
Y fueron esas tres palabras las que tuvieron el poder suficiente para sacarla de aquel embotamiento, esas tres palabras y el abrazo que la morena no dudó en darle en cuanto anunció la noticia.
- Pero Amelia... ¡Eso es... !
- Lo sé. No me lo creo, Luisita. - Se separó de ella unos centímetros y le dio un pequeño beso. La rubia sonrió al recibirlo. - Cámbiate si quieres que nos vamos.
- ¿A dónde? - Bajó las manos hasta su cintura y la retuvo entre sus brazos.
- No sé, a cualquier lado. O no quieres... - Preguntó extrañada.
Vio una sombra en su mirada que desconocía, un brillo que parecía querer confesarle algo pero que acababa retenido en sus facciones.
- Si, pero... - Dudó.
Quería contarle su encuentro con Raquel y decirle que estaba completamente enamorada de ella. Desde que salió de la librería esa necesidad de confesar su amor se había instalado en su pecho y le reclamaba salir de ahí.
- Pero... ¿qué?
- Es que si salimos no vamos a poder celebrarlo. - Habló bajito, avergonzada por la doble intención de aquella frase.
- Cómo que no, iremos a cenar.
- Ya, pero... no podré abrazarte. - La rodeó entre sus manos. - Ni acariciarte. - Recorrió su espalda con las manos. - Ni besarte. - Fijó los ojos en su boca. - Y estás tan... impresionante. - Se humedeció los labios.
Sonrió con picardía y se aproximó a la rubia juntando su cuerpo de forma sugerente.
- ¿Prefieres quedarte? - Le preguntó muy cerca del oído, soltando el aire para que éste golpeara en su piel.

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Invisibles
Fiksi Penggemar1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...