Miró el reloj apurada.
- No me va a dar tiempo... - Suspiró mientras agarraba el vestido de gala de la huésped del hotel.
- ¿Estás segura que puedes, Luisita? - Preguntó el recepcionista que la observaba pelear con su bolso y con el vestido de forma cómica.
- Sí, claro que puedo pero es que... no encuentro la dirección...
- ¿La dirección de Cornejo? Pero si sabes perfectamente donde está.
- Es que no es para mí, listillo. - Le sacó la lengua a modo de burla. - Va a ir Raquel, una amiga, por mí, yo aún tengo que quedarme aquí a terminar unas habitaciones, no sabes como las han dejado en la planta 2, debieron de hacer un guateque o algo porque está todo manga por hombro.
- Quieres que te la apunte en otro papel... - Se ofreció al ver que por mucho que buscase no parecía encontrar nada. - A saber que tienes en ese bolso...
- ¿Me haces el favor? Raquel tiene que estar a punto de llegar.
- Claro, dame un minuto. - No tardó en entregarle una nota con la dirección escrita.
Luisita observó el nombre de la calle y no puedo evitar recordar todas las veces que había ido ahí. Por una parte, deseaba ser ella la que fuera, en realidad, esa era la idea principal. Cuando la mujer llamó histérica a recepción, Luisita para calmarle le comentó que conocía a una de las mejores modistas de la zona y que ella misma le llevaría el vestido para que se lo arreglara, que lo tendría para mañana sin falta "palabrita de niño Jesús" dijo divertida para destensar el ambiente. No dudó en llamar a Cornejo. Fue en esa llamada, esperando a a que la atendieran cuando fue consciente de que podría ver a Amelia, incluso la idea de que la voz que respondiese en aquel instante fuese de Amelia le erizaba la piel.
- Sastrería Cornejo, buenos días ¿en qué puedo ayudarla? - No era su voz, lo que le causó una mezcla de alivio y decepción. Una parte de ella necesitaba volver a escuchar su voz, refrescar su memoria. Con el paso del tiempo sentía que cada parte de Amelia se iba desvaneciendo de su mente y eso le aterraba.
- Buenos días, necesitó llevar un vestido a arreglar a última hora de la tarde ¿es posible?
- ¿A última hora? Estamos con muchísimo trabajo, no sé si será posible.
- No es nada, de verdad, se le ha descosido una costura, eso lo hacéis en diez minutos, por favor.
Insistió un par de veces más hasta que logró que la mujer de la sastrería cediese. Desde ese instante millones de mariposas comenzaron a despertar de aquel letargo, sin embargo, aquella emoción le duró poco, los huéspedes de las habitaciones 201, 202 y 204 se habían ido dejándolo todo patas arriba lo que significaba que no llegaría a tiempo a Cornejo.
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Apenas quedaba media hora para el cierre y ahí no había aparecido nadie. Rafi se había marchado tras la insistencia de Amelia en quedarse ella a esperar ese pedido tan urgente del hotel, tenía aún trabajo que hacer y era probable que se quedara hasta tarde, con aquella excusa la tienda de Cornejo se quedó vacía y en silencio, por miedo a no escuchar la campana de la entrada, la morena había decidido hacer los últimos retoques de un trabajo a mano.
- ¡Mierda! - Soltó al clavarse la aguja en el dedo justo en el instante en la que la campana sonaba advirtiendo de la llegada de un cliente, dejó caer las cosas y se incorporó enseguida con la esperanza de ver quién había entrado. Al mirar hacía la puerta observó la figura de una mujer morena que evidentemente no era Luisita, aún así mantuvo una pequeña esperanza, quizá era otra cliente de última hora que al ver el letrero de abierto había entrado, pero poco la duró aquel rayo de esperanza, en cuanto ganó un poco de distancia, pudo descubrir que aquella melena morena correspondía a Raquel.
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Invisibles
Fanfic1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...