Había transcurrido más de siete días, desde la pelea y la imagen de Amelia y Carlos, y la relación entre la rubia y la de rizos no mejoraba. Apenas intercambiaban algunas palabras en el taller y Amelia parecía pasar las tardes junto a Carlos quien le iba a buscar a la salida del trabajo, en alguna ocasión, el joven invitó a Luisita a ir con ellos a dar una vuelta, pero ella siempre se negaba, si ya le costaba ver a Amelia cada día como para verla junto a él. Lo que más le dolía, sin embargo, no era que sus dos amigos estuviesen juntos, si no que Amelia se mostrara indiferente hacia aquel cambio de actitud de Luisita respecto a ella, ni un intento de acercamiento ni de hablar las cosas, como si aquel distanciamiento entre ellas fuera lo natural, lo que tenía que suceder. Y mientras Amelia paseaba su amor con Carlos por las calles de Santa Amalia, Luisita se recluía en su casa y en su biblioteca personal, una biblioteca que había dejado de crecer puesto que los paquetes de Clara seguían sin llegar. ¿Dónde estaba su tía? La ausencia de noticias comenzó notarse en la casa de los Gómez, incluso Marcelino parecía estar inquieto, el ambiente era pesado y cuando Luisita aparecía en mitad de una conversación todo se enrarecía por momentos.
Aquella tarde, la rubia estaba más ausente que otros días y Rosa le llamó la atención varias veces logrando que el interés de Amelia recayera en su amiga. Se pasó el día dedicándole miradas fugaces, intentando descifrar la expresión de su rostro y esa notable falta de atención.
- Luisita ¡Vaya día que estás teniendo! No da pie con bola. - Soltó Rosa mientras salía de la trastienda.
- ¿Qué he hecho ahora? - Preguntó un tanto derrotada.
Era consciente de los errores que había ido cometiendo a lo largo del día y su estado de ánimo se había mermado con el tiempo.
- Los albaranes tienen muchísimos errores, revísalos y ordena la trastienda que has etiquetado mal el último pedido.
- ¿Todo?
Rosa asintió mientras le entregaba una carpeta llena de papeles.
- ¿No lo puedo hacer mañana? Solo queda media hora para el cierre.
- Me temo que no, esto urge, solo queda una semana para la verbena y ya sabes como se pone el pueblo, vendrán todas las mujeres a última hora a comprar vestidos, complementos... hay que tener todo bien inventariado, Luisita, además, con las horas extras que hagas podrás pagar el vestido que tanto quieres. - Le guiñó un ojo con complicidad mientras Luisita se limitaba a asentir. Iba a ser una tarde muy larga.
- Si quieres yo me puedo quedar ayudándola. - Se escuchó la voz de Amelia desde el mostrador.
- ¡Ay! Cariño, no tengo dinero suficiente para pagarte.
- No hace falta. - Añadió.
Luisita la observó sorprendida, no esperaba aquella disposición por parte de Amelia, no después de los días de silencios y de miradas unidireccionales.
- Bueno, haz lo que quieras, si Luisita quiere, quédate, que te voy a decir yo... - Y se marchó dejándolas solas.
Intercambiaron un par de miradas, pero ninguna se atrevió a romper el silencio que se había instaurado. Luisita, sin decir nada, se metió en la trastienda, sabiendo que Amelia se encargaría de cerrar. La razón por la que se había escondido no era otra que evitar ver a Carlos, en cuestión de unos minutos, aparecería con su sonrisa perfecta en la tienda para recoger a Amelia. No lo soportaba, no a él, si no la situación. Cada día, diez minutos antes de la hora del cierre, su estómago se revolvía y un dolor punzante se instalaba en su pecho; eran señales de su cuerpo avisándola de que el reencuentro de la pareja era inminente y debía salir de ahí para protegerse.
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Invisibles
Fanfic1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...