- ¿ A qué hora hemos quedado?
- A y media.
- ¿Y qué hora es?
- Y media
- ¿Y por qué no están aquí?
- Porque la puntualidad no está hecha para todo el mundo, Luisita, relájate, vendrán.
- ¿Y si no vienen?
- ¿Por qué no iban a venir?
- Porque las han visto en la manifestación y se las han llevado presas.
- Luisita, por Dios, no pienses eso, además es muy difícil que pase. Aparecerán en cualquier momento.
- No sé... - Miró por octava vez la puerta del bar mientras jugaba con su taza de café.
La noche anterior, Amelia y Luisita quedaron con Lourdes y Raquel en el bar de siempre al día siguiente, tanto unas como otras, tenían muchas ganas de verse y de contarse todo lo que había pasado, pero la rubia se había pasado la mitad de la noche elucubrando, temiendo que las reconocieran y las llevaran al cuartel, porque sí, la manifestación fue un rayo de luz al final del túnel, pero ya habían escuchado casos de represalias en la ciudad Condal y eso le aterraba porque toda acción tenía una consecuencia y en su realidad dichas consecuencias solían ser negativas.
- Mira, ya llegan... - Le anunció Amelia al verlas tras el ventanal.
En cuanto entraron, todos los ojos se dirigieron a ellas. La gente del bar eran clientes asiduos al igual que ellas y aunque no hablaban entre sí se conocían y sabían que habían estado en Barcelona, así que su llegada creó mucho más expectación de lo esperado, su llegada y el cómo llegaron. Tanto Lourdes como Raquel presentaban algunos cardenales en la cara, la abogada cerca del ojo, en el pómulo izquierdo, y Raquel en la mandíbula. En cuanto las vieron, Amelia se lanzó a por Lourdes y Luisita a por Raquel.
-¿Cómo estáis? - Soltó la rubia entre abrazos.
- Estamos que no es poco. - Bromeó Raquel tomando asiento una vez que saludó a Amelia.
La pareja no tardó en recuperar sus posiciones en la mesa y Lourdes las imitó sentándose enfrente de ellas.
- Estamos bien. - Apuntilló la abogada.
-No lo parece... - Murmuró Luisita sin apartar los ojos de los cardenales.
- No fue nada y apenas duele.
Se quedaron en silencio, compartiendo las miradas e intentando no darle más importancia a esos morados. Amelia no podía evitar recordar a su madre y Luisita no paraba de pensar en Amelia y en todos sus miedos. Al final tenía razón y la lucha era demasiado peligrosa, sin embargo, a pesar de la gravedad del asunto, tanto Lourdes como Raquel se las veía contentas, cansadas pero contentas. No había ningún indicio de arrepiento en sus expresiones y eso le llamaba la atención a Luisita. Su sentimiento de culpa por haber hecho las cosas mal la consumía y, en muchas ocasiones, le impedían hacer lo que realmente quería. El miedo y la culpa se habían instalado en ella y parecía que no tenían intención de marcharse.
- ¿Cómo fue? - Amelia inició la conversación con una leve sonrisa y pidiéndole al camarero dos café más para sus amigas.
- Debisteis de pasar mucho miedo ¿no? - Añadió Luisita.
- ¡Que va! - Respondieron al unísono.
- A ver algo de miedo hubo, pero sólo cuando comenzaron las cargas y no duró mucho, en seguida se disolvió la manifestación. - Explicó Lourdes.
- Esos cabrones no tardaron en querer callarnos pero no lo lograron ni lo van a lograr.
- ¡Fue increíble! Nos acordamos mucho de vosotras, ojalá hubierais estado ahí.

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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...