Capítulo 23

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Pasaron los días, visitaron el piso, en numerosas ocasiones, pero nunca nadie respondía al interfono, acudieron al lugar de trabajo de Carmen py nadie sabía quién era. La esperanza se derretía con el calor de agosto, las noches se iban a largando, septiembre acechaba y el dinero escaseaba.

Aquella mañana, Amelia revisaba una pequeña libreta, hacía números y cuanto más números hacía más nerviosa se ponía, sus ahorros se habían esfumado y los de Luisita iban por el mismo camino. 

- Luisi...- Intentó llamar su atención.  - Luisi. - Insistió hasta que el iris café de su rubia se clavó en en el suyo.

- No me digas que estás haciendo cuentas otras vez. - Comentó con tono juguetón.

- Ya sé que no soy muy ducha en números, pero por más que hago cuentas, éstas no me salen.

- ¿Y eso que significa? - Se acercó a ella con una sonrisa. 

Debía admitir que ver a Amelia tan concentrada, con el ceño fruncido y mordiéndose el labio le parecía terriblemente adorable. 

- Pues que nos quedamos sin dinero, eso significa, con lo tuyo y con lo mío solo podemos pagar dos días más en el hostal. 

- Dos días... - Asintió acortando el espacio.

- Sí, Luisi, y como no te lo tomes en serio cuando te quieras dar cuenta acabaremos durmiendo debajo de un puente. 

- Mientras esté contigo... - Le dejó un cálido beso muy cerca de la comisura.

- Luisita, que no estoy de broma. - Se apartó fingiendo estar enfadada.

- Ni yo, a mí me da igual donde dormir mientras sea contigo. - Afirmó con la sonrisa favorita de Amelia, una de tantas. 

- Tienes un morro... - Cedió a sus encantos y se inclinó para devolverle el beso, esta vez en los labios. 

- Estoy pensando en buscar trabajo...- Le susurró muy cerca de su boca y terminó con un nuevo beso más largo que el anterior.

- Trabajo ¿de qué? - Regresó a sus labios.

- No sé... - Acarició su nariz con la suya, dándole un beso de esquimal. - De costurera, camarera, limpiadora, cualquier cosa. - Depositó otro beso.

- Cuanto sabes hacer ¿no? - Sonrió en su rostro, arrastrando la lengua entre sus labios.

- Siempre he sido muy talentosa. - No dejó que la lengua de Luisita regresa a su lugar de origen, la retuvo entre sus dientes, obstaculizándole el habla y obligándola a fijar su atención en aquel intercambio de fluidos que, a cada segundo, iba a más, creando en su interior una inmensa ola de calor capaz de recorrer sus nervios y sus entrañas.

- Amelia... - Jadeó al notar un leve mordisco en su lóbulo derecho.

Era la primera vez que sus besos pasaban a otras zonas de su cuerpo, que sus lenguas marcaban un camino de saliva para no perderse entre las constelaciones de lunares.

- Nunca me tomas en serio... -  Murmuró muy cerca de su oído.

- Así es imposible... - Respondió lamiéndose los labios. 

¿Desde cuándo sentir a Amelia así le provocaba tantas emociones? ¿Desde cuándo el calor de su amiga se había convertido en un bien necesario y de carácter vital? Después de sentirla tan próxima, de compartir una intimidad que no sabía ni que existía no podía concebir una vida sin sus labios y sus caricias. Un sentimiento que con el tiempo iba en aumento y de manera recíproca, porque saborear la piel de la rubia se había convertido en su comida favorita y aquel hueco de detrás de la oreja, ese espacio donde las gotas de perfume se instalan, se convirtió en el refugio de sus labios. 

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