Capítulo 38

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- ¡No me lo puedo creer! ¿Y qué vas hacer? - Le preguntó mientras le devolvía el trozo de papel que el día anterior se había encontrado en la librería.

- Nada, no voy hacer nada. - Respondió con contundencia.

- ¿Nada de nada?

- No pienso ceder a sus amenazas.

- Pero Raquel, cierra aunque sea unos días hasta que se calme todo.

- No se va a calmar nada, Luisita, estamos plena transición española. Eso lo que realmente acaba de empezar. 

- Es muy peligroso, el otro día fueron ladrillos pero mañana pueden ser cocteles molotov.

-  ¡No exageres! Igual se queda todo en aguas de borrajas.

- No te engañes, estás en el punto de mira de a saber qué tipo de grupo. Al menos pon alguien de seguridad o algo.

Se quedó unos segundos pensando, quizá no era tan mala  idea lo de la seguridad. No podía ni debía ceder a la presión de esa nota, pero la rubia tenía razón, el ambiente en España y en Madrid en particular cada vez estaba más caldeado, había aumentado el número de detenciones, de manifestaciones y de altercados callejeros.

- Por cierto ¿dónde estamos? - Quiso saber la rubia en cuanto recorrió el lugar con la mirada.

Esa misma tarde y tras el disgusto de la nota, Raquel le propuso a Luisita ir de copas, necesitaba desconectar y desestresarse, habían sido semanas muy duras. "Te voy a llevar un sitio que te va encantar" le dijo mientras le sacaba de la librería casi a rastras. 

El sitio era un local amplio, al fondo se encontraba una barra de madera acorde con la estética que parecía simular a un bar inglés, con adornos, varios  espejos y  tapicería de terciopelo rojo,  en un lateral una mesa de billar donde un grupo de cuatro mujeres jugaban divertidas y en el centro una pista de baile con numerosos mesas a su alrededor. Había un ambiente cálido, de entretenimiento y de despreocupación, la canción "Yo no soy esa" de Mari Trini sonaba de fondo y las dos camareras, una detrás de la barra y otra que servía directamente en las mesas, no paraban de ir y venir. 

- Es el Daniel's*, uno de los mejores bares de la ciudad. 

- Es bonito. - Comentó poco convencida.

- Ven, vamos a la barra. - La llevó hasta el fondo donde tomaron asiento en dos taburetes. - ¿Qué vas a querer?

- Un mosto.

- ¿En serio, Luisita?  - Raquel saludó a la camarera, por el trato que se daban, Luisita intuyó que la joven venía muy a menudo al bar.

- Pon  dos Martinis triple seco.

- ¡Qué! No, Raquel, que yo no bebo,

- Solo uno Luisi, hazlo por mí. - Puso cara de pena, una cara que la rubia no pudo ignorar.

- Solo uno. - Siguió mirando con curiosidad el bar. Del techo colgaban un par de bolas de espejos que reflectaban las luces de los focos de colores y en la entrada principal y en la salida vio un par de luces rojas.

- ¿Te gusta? 

- Sí, no está mal. 

- ¿Ves algo raro? - Levantó las cejas sugiriendo que prestara atención a su alrededor.

Volvió a inspeccionar el local pero no vio nada que le llamara la atención.

- No ¿qué debería de ver?

- Que no hay ningún hombres. - Sonrió divertida.

Alzó la vista de su copa y observó con mayor interés el espacio. Miró las mesas donde varias mujeres tomaban refresco o cervezas, observó al grupo del billar y repasó la barra donde las dos camarera s servían copas a otras tres mujeres, sin mencionar todas las que bailaban animadas en la pista.

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