- ¡No me lo puedo creer! ¿Y qué vas hacer? - Le preguntó mientras le devolvía el trozo de papel que el día anterior se había encontrado en la librería.
- Nada, no voy hacer nada. - Respondió con contundencia.
- ¿Nada de nada?
- No pienso ceder a sus amenazas.
- Pero Raquel, cierra aunque sea unos días hasta que se calme todo.
- No se va a calmar nada, Luisita, estamos plena transición española. Eso lo que realmente acaba de empezar.
- Es muy peligroso, el otro día fueron ladrillos pero mañana pueden ser cocteles molotov.
- ¡No exageres! Igual se queda todo en aguas de borrajas.
- No te engañes, estás en el punto de mira de a saber qué tipo de grupo. Al menos pon alguien de seguridad o algo.
Se quedó unos segundos pensando, quizá no era tan mala idea lo de la seguridad. No podía ni debía ceder a la presión de esa nota, pero la rubia tenía razón, el ambiente en España y en Madrid en particular cada vez estaba más caldeado, había aumentado el número de detenciones, de manifestaciones y de altercados callejeros.
- Por cierto ¿dónde estamos? - Quiso saber la rubia en cuanto recorrió el lugar con la mirada.
Esa misma tarde y tras el disgusto de la nota, Raquel le propuso a Luisita ir de copas, necesitaba desconectar y desestresarse, habían sido semanas muy duras. "Te voy a llevar un sitio que te va encantar" le dijo mientras le sacaba de la librería casi a rastras.
El sitio era un local amplio, al fondo se encontraba una barra de madera acorde con la estética que parecía simular a un bar inglés, con adornos, varios espejos y tapicería de terciopelo rojo, en un lateral una mesa de billar donde un grupo de cuatro mujeres jugaban divertidas y en el centro una pista de baile con numerosos mesas a su alrededor. Había un ambiente cálido, de entretenimiento y de despreocupación, la canción "Yo no soy esa" de Mari Trini sonaba de fondo y las dos camareras, una detrás de la barra y otra que servía directamente en las mesas, no paraban de ir y venir.
- Es el Daniel's*, uno de los mejores bares de la ciudad.
- Es bonito. - Comentó poco convencida.
- Ven, vamos a la barra. - La llevó hasta el fondo donde tomaron asiento en dos taburetes. - ¿Qué vas a querer?
- Un mosto.
- ¿En serio, Luisita? - Raquel saludó a la camarera, por el trato que se daban, Luisita intuyó que la joven venía muy a menudo al bar.
- Pon dos Martinis triple seco.
- ¡Qué! No, Raquel, que yo no bebo,
- Solo uno Luisi, hazlo por mí. - Puso cara de pena, una cara que la rubia no pudo ignorar.
- Solo uno. - Siguió mirando con curiosidad el bar. Del techo colgaban un par de bolas de espejos que reflectaban las luces de los focos de colores y en la entrada principal y en la salida vio un par de luces rojas.
- ¿Te gusta?
- Sí, no está mal.
- ¿Ves algo raro? - Levantó las cejas sugiriendo que prestara atención a su alrededor.
Volvió a inspeccionar el local pero no vio nada que le llamara la atención.
- No ¿qué debería de ver?
- Que no hay ningún hombres. - Sonrió divertida.
Alzó la vista de su copa y observó con mayor interés el espacio. Miró las mesas donde varias mujeres tomaban refresco o cervezas, observó al grupo del billar y repasó la barra donde las dos camarera s servían copas a otras tres mujeres, sin mencionar todas las que bailaban animadas en la pista.
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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...