Capítulo 55 - FIN

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1978

El ambiente en Madrid se percibía diferente, una sensación de miedo e incertidumbre invadía las calles pero un fino hilo de esperanza se enredaban entre las diferentes emociones, el cambio parecía estar próximo, mucho más de lo que creían. La sociedad avanzaba a paso lento pero seguro y aquel día podía marcar un antes y un después, podía ser EL DÍA, un día que quedaría marcado en la historia del país y en su propia historia.

Luisita caminaba por la sede del Frente de Liberación Homosexual de Castilla nerviosa, mirando cada dos por tres la puerta, esperando su aparición.

- ¿Estás segura que vendrá? - Preguntó Raquel apoyada en la impresora que no había dejado de funcionar durante horas. Habían diseñado unos panfletos para repartir aquel día, querían llenar las calles con ellos, empapelarla con palabras como libertad, amnistía, derogación...

- No, claro que no, si lo estuviera no estaría tan nerviosa.

- Luisita, incluso si no viene, no pasa nada, está en su derecho y bueno... tú estás aquí. - Sonrió.

- Sí, me ha costado pero sí. - Le devolvió la sonrisa. 

Regresar al movimiento había sido una decisión complicada, una vez que estuvo ahí y volvió a formar parte todo pareció volver a encajar, volvió a sentir esas ganas de querer cambiar el mundo, de luchar por algo, pero el miedo a volver a perder, a volver a perderse, estaba siempre latente.  Amelia le recordaba que no todo era blanco y negro, existía una gran escala de grises con muchas más opciones y que podía cambiar de postura, que las ideas y las opiniones no eran algo permanente, que podían cambiar de forma aunque no de fondo y aún así estaría bien. Ella elegía cómo y por qué luchar.

Y ahí estaba, un 25 de junio de 1978, a pocas horas de iniciar una de las marchas más importantes de su vida, una manifestación en la que se significaría como mujer y lesbiana. Se uniría con el resto del colectivo para iniciar un movimiento que no tenía precedente en la capital española, un movimiento inspirado por la ciudad Condal. Un movimiento que haría más ruido, mucho más, porque el cambio estaba cerca, muy cerca, y ellas debían ser escuchadas, debían ser escuchadas para ser validadas y reconocidas por una sociedad que les daba la espalda y las agredía. Era el día y por eso deseaba con todo su alma poder compartir con Amelia, pero sabía de su miedo a las grandes multitudes y a los conflictos y no podía culparla. Sus experiencias le habían llevado a querer pasar por la vida en silencio, participando en los pequeños detalles sin llamar la atención, era su manera de poner su grano de arena.

- No podemos esperarla mucho más. - Le tendió un taco de panfletos. - Lourdes debe estar ya en la torre Valencia.

Asintió con un leve gesto de cabeza y aceptó los panfletos.

- Seguro que estará escuchando la radio. - Intentó animarla, había visto en sus ojos un pequeño destello de tristeza.

- Seguro, le gusta demasiado la radio. - Sonrió a medias, con la esperanza deshaciéndose entre sus pensamientos.

- Lo que importa ahora es que estamos a punto de cambiar la historia. - Le apretó la mano en señal de sororidad. - y estamos juntas; las mujeres.

- Tienes razón... Hoy será el día. - Con una sonrisa más amplia y decidida avanzó hacía la salida.

Raquel estaba en lo cierto, era un día muy importante. Habían estado más de seis meses trabajando en él, realizando encuentros en las diferentes asociaciones de amas de casa de los barrios, en las cuales solía participar Amelia, Lourdes se había reunido con muchos abogados con la esperanza de poder redactar nuevas leyes, proponiendo nuevas regulaciones y luchando para la derogación de otras tantas. En ese tiempo habían logrado captar la atención de muchas mujeres que cada vez tenían más voz y menos miedo. Y ese día se iba a demostrar que el colectivo importaba, que tenían voz y voto y que ellas también contaban.

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