Capítulo 48

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Se quedó parada en mitad del local con la mirada puesta en la trastienda observando a Amelia que no tardó en ponerse con el vestido. Estaba mucho más guapa de lo que recordaba, el cabello le había crecido un par de centímetros, ese día se había maquillado un poco y llevaba un vestido que le sentaba de escándalo; el amarillo siempre había sido su color. No pudo evitar echarse una mirada así misma, llevaba el uniforme del trabajo y apenas había podido arreglarse el pelo, se maldijo por no haber cuidado ese tipo de detalles, seguramente por eso Amelia no se había ni fijado en ella, sin embargo, fue todo lo contrario, en cuanto la morena la vio en la puerta todos su sentidos se pusieron en alerta y su corazón se saltó un par de latidos recordándole que, a pesar del tiempo y del espacio, esa sonrisa seguía haciendo mella en ella. Apartó la mirada con miedo de ser descubierta.

- ¿Luisita?

- Sí, estoy aquí.

- ¿Puedes venir?

- Sí, claro. - Respondió extrañada mientras se acercaba. - ¿Qué pasa?

- No soy capaz de terminar de coser la costura ¿te importa? - Le entregó el vestido.

- ¿Cómo? ¿Quieres que me lo ponga?

- Si no te importa.  Tardo menos que si se lo pongo a uno de los maniquíes, pero si es mucho molestia, entonces nada, no te preocupes, me apaño. -  Reculó enseguida al ver las dudas en Luisita, quizá se había pasado al preguntarle, en verdad, no sabía por qué lo había hecho, le salió solo, ni siquiera se planteó que pudiera ponerla en un compromiso. - Perdóname, no debí decírtelo.

- No ,no, tranquila, no pasa nada, me lo pongo ahora mismo. - Tomó el vestido y se dirigió a un pequeño probador.

A los pocos minutos, Luisita salió con él puesto.

- ¡Vaya! Estás...

- Fatal, lo sé... - Se retocó el pelo intentando arreglar aquella estampa.

- No, iba a decir que te queda muy bien, que parece hecho para ti.

- Gracias... supongo. ¿Dónde me pongo?

- Ven aquí. - Le indicó un pequeño pedestal redondo a escasos centímetros. - Súbete ahí.

Luisita se colocó frente a Amelia, debido a la base en la que estaba subida, la rubia había ganado un par de centímetros de altura, dio un paso más, acortando los centímetros hasta que sus labios quedaron a la altura de la nariz de Amelia. La morena al notar su presencia, tensó su cuerpo y contuvo la respiración, no esperaba aquel movimiento por parte de Luisita, estaba demasiado cerca de ella y todo su cuerpo se acercaba más aún, atraído por una fuerza que sentía inevitable, como dos imanes que está destinados a unirse. Respiró hondo y con toda la entereza posible le pidió que se diera la vuelta.

- El roto está en la espalda. - Se excusó.

- Sí, claro, lo que quieras. - Se giró hasta darle la espalda, una espalda cuya mitad estaba desnuda a causa del corte del vestido.

- Estáte quieta ahora ¿vale? que voy a estar con los agujas y no quiero hacerte daño.

- Si el daño es tuyo, no importa. - Sonrió tímida por haber lanzado aquella indirecta que esperaba que fuese captada por la receptora del mensaje.

- Aún así, sé que tu umbral del dolor no es muy  alto. - Respondió a modo de burla.

- Con el tiempo he mejorado. - No pudo evitar acordarse de todo el dolor que había pasado tras la pérdida de Clara y de Amelia. Sabía que existía un dolor mucho más punzante que el de las agujas, mucho más intenso que el físico. Su dolor, aquel ocasionado por las ausencias, crecía por momentos y la devoraba cada día.

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