El tiempo transcurría lento, demasiado lento. Los días se hacían pesados y las horas se tornaban a una eternidad fútil que se instalaba en el centro de Luisita, aferrándose a sus ganas de huir. Apenas había pasado un mes desde la muerte de Clara y la rubia había logrado mantener una aparente rutina. Cada semana, de lunes a viernes, iba a trabajar al hotel y después a casa, sin pararse en ninguna tienda, sin dedicarse tiempo a sus amigas y a ella. Se dejaba llevar por el automatismo de la vida. En más de una ocasión pensó en ir a ver a Amelia, acercarse a Cornejo y observarla desde la distancia con la esperanza de que sus ojos se volvieran a encontrar y poder tener el valor suficiente no solo para dedicarle una sonrisa sino también para acercarse a ella pero nunca se atrevía.
- Hola - Escuchó tras su espalda. Apenas reaccionó, la única persona que seguía ahí, que parecía no desistirse a su tristeza era Raquel. - ¿Cómo estás?
Desde el día del entierro, Raquel no se había separado de ella, solía irla a buscar al trabajo y siempre la animaba a que saliera con Lourdes y la gente del MDM.
- ¿Qué haces aquí? - Respondió desganada, le alegraba verla pero había tenido un mal día y lo único que quería era marcharse a casa y meterse en la cama. En esos días donde la tristeza y la desesperanza se hacía más tangible era cuando más echaba de menos a Amelia. Ella era la única capaz de sanarla con una simple mirada.
- ¿Te has olvidado? Hoy es la reunión.
- ¿Qué reunión?
- Para la manifestación de Barcelona.
- Ya te dije lo que pienso. - Contestó un poco molesta. Sabía por donde iba a ir Raquel y la verdad no le apetecía volver a lo de siempre.
- Pero antes no pensabas así.
- Tú misma lo has dicho... antes. - Se giró dándole la espalda y comenzó a caminar dirección a casa.
- ¡Joder, Luisita! No puedes estar así siempre. Llevabas meses organizando esta reunión.
- Bueno, pues ya no quiero, no creo que sea tan difícil de entender.
- No lo es pero tampoco es lo mejor para ti.
La rubia se detuvo en seco.
- ¿Y qué es lo mejor para mí?
- Dejar de hacerte la víctima.
No pudo evitar sentir como su corazón se contraía, Raquel tenía razón, siempre la tenía, pero no tenía fuerzas ni para caminar hacia su casa como para liderar una reunión. Sabía que se estaba dejando derrotar, que había dejado de hacer muchas de las cosas que le animaban pero realmente no tenía ni ganas ni energía para nada. La muerte de Clara había supuesto la pérdida de su máximo referente. Sin Amelia y sin ella todo carecía de sentido. ¿Por qué liderar una lucha que ya no era suya? ¿Por qué seguir en una ciudad donde todo le recordaba lo que tuvo y ya no tenía?
- Déjame, Raquel, ya hemos hablado de esto mil veces y sabes mi respuesta.
- ¡Qué cabezona eres! Ven a la reunión conmigo. - Insistió. - No tienes porque hablar ni hacer nada, estate como oyente. Recuerda porque viniste a Madrid.
- Vine a Madrid para encontrar a mi tía y para tener una vida junto a Amelia. ¿Tengo algo de eso?
No dejó que respondiera, retomó su camino a casa conteniendo el llanto, Raquel corrió hasta alcanzarla y la abrazó. No era la primera vez que la veía así; agotada y rendida.
- Todo irá bien, Luisi. Confía.
- No lo parece... - Susurró entre lágrimas dejándose abrazar.
- Venga, que te acompaño a casa. - Le ayudó a limpiarse las lágrimas, se colocó a su lado y comenzaron a andar sin percatarse que en la cafetería de enfrente del hotel Amelia las observaba.
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Invisibles
Fanfic1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...