No volvieron a sacar el tema, tras aquella discusión comprendieron que, por primera vez en su vida, no iban a ponerse de acuerdo en el algo y optaron por obviarlo, como si el elefante de la habitación no existiera porque si no hablas de él, no existe.
Luisita comenzó a ir a la librería casi todas las tardes para ayudar a Raquel mientras esperaba a que Amelia saliera del trabajo. Ya no se encontraban en el hostal, solían verse en una plaza no muy lejos de la librería, era algo discreta pero no lo suficiente como para poder darse un beso o tener algún gesto cariñoso. Apenas se habían vuelto a rozar a pesar de que cada vez que se veían sus pieles se reclamaban, pero la falta de comunicación comenzaba a crear distancias.
- Me ha dicho Pili que podemos ir mañana a ver el piso. - Informó Amelia.
Se habían sentado en uno de los bancos de la plaza, como cuando eran pequeñas y se reunían cada tarde en el pueblo, hacía bastante frío pero, después de varios días nublados, era la primera vez que salía el sol y les pareció una buena idea tomar un poco de vitamina D.
- Genial. - Respondó distraída.
La morena la observó con detenimiento, desde que salió del trabajo y la vio sentada en el banco con la mirada perdida en el horizonte supo que algo pasaba, el ceño fruncido y los labios contraídos eran señales inequívocas de que Luisita quería decir algo pero no sabía cómo.
- ¿Estás bien? - Inicio la conversación con la esperanza de poder tirar del hilo y descubrir que es lo que hacía que Luisita estuviera tan inquieta.
- Si...
- Sí... y ¿qué más? - La miró con ternura. - Luisita... - Le acarició la mano que estaba más próxima a ella. Sintió como su piel se erizaba y como una pequeña ola de calor recorría su sistema.
No pudo evitar sonreír, extrañaba su tacto. La rubia bajó la mirada hasta dar con sus manos, extendió sus dedos e invitó a la morena que los entrelazara con los suyos, antes de aceptar dicha invitación, Amelia miró a los lados asegurándose de que no había nadie, y se aferró a ellos.
- He hablado con Raquel. - Se aclaró la garganta. - Mañana, si quiero puedo ir a ver a Clara.
- Pero eso es maravilloso. - Contestó emocionada.
Llevaban muchas semanas sin saber nada de ella, ni Lourdes ni Raquel conseguían ningún tipo de información sobre su caso. Sabían que estaba en la DGS y que pronto la enviarían a la prisión de Yeserías. Una vez allí, los horarios de visitas eran más permisivos, tenían más esperanzas de poder estar en contacto y poder visitarla más a menudo.
- Vas a ir ¿no? - Preguntó ante la reacción de Luisita. La vio triste y dubitativa.
- Sí... no... bueno no sé... ¿Qué debería hacer?
- Lo que tú sientas que debes hacer. - Le acarició el dorso de la mano con el pulgar. - ¿No quieres verla?
- Sí, claro que quiero pero...
- Sigues sin entender sus motivos. - Asintió con los ojos brillantes. - igual por eso deberías ir, hablar con ella y que te explique en primera persona qué la llevó hacer lo que hizo.
- Y si no me gusta lo que dice... - Pensó en ellas dos, en como sus diferentes formas de ver una cosas las estaba separando, no quería perder a Amelia ni tampoco a Clara.
- No te tiene por qué gustar a ti, solo lo tienes que respetar.
- Pero ¿dónde está límite?
- Una cosas son los ideales y otra cosa son las personas. Clara ha hecho mucho por ti, por las dos y aunque tú no lo veas así, Clara ha salvado muchas vidas haciendo lo que hacía, les ha dado una opción a muchas mujeres, la libertad de poder decidir sobre su cuerpo y sobre su vida.
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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...