A pesar del verano, el cielo se despertó encapotado. La inmensidad de las nubes de tonos grisáceos vaticinaban una tormenta liberadora de aquel ambiente caluroso y asfixiante. Amelia y Luisita apenas pudieron conciliar el sueño, ninguna se atrevió a moverse más de la cuenta por si sus cuerpos, apenas cubiertos por las finas sábanas, se rozaban, en sus cabezas habían dado miles de vueltas. La mezcla entre la emoción de estar en la capital y la incertidumbre de lo que pudiese pasar se cocía en el interior de ellas llenándolas de más miedos y más inseguridades.
Madrugaron como cada mañana, tenían el ritmo cogido del taller de Rosa, y sin desayunar fueron directas a la casa de Clara, volvieron a llamar insistentemente, pero nadie respondió. Una parte de ellas, lo esperaba, esperaban que el silencio de anoche se alargara hasta esa misma mañana.
- Es muy pronto. - Comentó Amelia intentando que Luisita no se desalentara a la primera de cambio.
- Ya... si, puede... - No sonó demasiado convencida, en su interior sabía que Clara no estaba ahí, que hacía tiempo que no estaba en casa. Y no se equivocaba.
- ¡Va! Vamos a desayunar, que el bar del abuelo majo está abierto. - Sugirió la morena con la sonrisa a la que Luisita no sabía ni podía decir que no.
- ¿Abuelo majo? - Rio divertida la rubia.
- Sí, es majo y tiene pinta de ser el típico abuelo ¿o no?
Luisi se encogió de hombros a la vez que Amelia la arrastraba hacia el establecimiento.
Fueron las primeras y la únicas en entrar en el bar, por el aspecto y el ambiente se intuía que acababa de abrir, el olor a café recién molida impregnaba el local.
- Buenos días charritas. - Saludó el hombre canoso en cuanto las vio. - ¿Conseguisteis habitación?
- Sí, muchas gracias por indicarnos.
- No es el Palace pero a falta de pan buenas son tortas.
- No, es perfecto para nosotras. - Sonrió Amelia a modo de agradecimiento.
- Sí, además no creo que nos quedemos muchos días.
- No llevan ni un día y ya se quieren ir.
- ¡Uy! No, al contrario, - Le corrigió Luisita. - Nos queremos asentar así que en unos días buscaremos piso.
La morena cruzó una mirada con su amiga. Nunca habían hablado sobre alquilar un piso aunque, si lo pensaba detenidamente, era lo lógico. Su estancia en Madrid era indefinida y no tenían tampoco suficientes ahorros como para poder estar en ese hostal muchos días. Lo que implicaba que, tarde o temprano, tendrían que buscar trabajo. Esa idea golpeó a Amelia en centro del estómago, cortándole el aire y generándole una presión en el pecho de la que ya se había olvidado.
- ¿Estás bien? -Murmuró la rubia al ver su rostro pálido.
- Sí... es solo que todo esto me abruma. - Confesó.
- ¿Todo esto?
- Si. - Asintió con la cabeza. - Luisi, vamos a tener que buscar un trabajo, no solo el piso. ¿Y si no encontramos nada? Apenas tenemos experiencia, de qué nos van a contratar, si no sabemos hacer nada, y sin trabajo ¿cómo vamos a pagar el piso? ¿Y cómo vamos a encontrar un piso?
- Amelia, para, que te pareces a mí. - Comentó divertida consiguiendo calmar a la morena. - Paso a paso.
La morena asintió poco convencida.
La búsqueda de trabajo era una labor a tener en cuenta para su futuro más próximo, no podían olvidar, que aunque su objetivo principal era encontrar a Clara, ellas debían crear unos cimientos para poder sustentarse y eso comenzaba con el trabajo. El sistema social se basaba en el dinero y en el trabajo. Un círculo vicioso que no tenía fin. Y una vez que entrabas en aquella rueda de hámster no paras de dar vueltas y vueltas y vueltas...

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Invisibles
Fanfiction1976. Luisita y Amelia viven en un pequeño pueblo de Badajoz donde la dictadura sigue presente tanto fuera como dentro de sus casas. Lo único que tienen para escapar son los libros que la tía de Luisita, Clara, les manda todos los primeros miércole...