Capítulo 9

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Caminaba deprisa, conteniendo el aire y soltándolo en pequeños bufidos. Sentía la cólera  repartirse por todo su cuerpo a través de su sistema circulatorio y sus ojos se iban empañando a medida que la impotencia aumentaba por momentos.  "Quiere ser tu novio formal y le he dicho que sí" aquella frase rondaba en su cabeza una y otra vez, recordándole lo vulnerable que le hacían sentir, la facilidad con la que tomaban decisiones que afectaban a su vida sin ni siquiera pestañear. Ser consciente de sus escasas libertades, de aquel trato injusto y de su capacidad de indefensión comenzaba a herir.  

Se dirigió al local con la ira encendida, manteniéndola para no perder fuerza, para no dejar que la sumisión venciera. Debía parar aquella dinámica conductual, iniciar su propia rebelión antes de que Carlos tuviese el mismo poder que su padre. Debía evitar copiar patrones, pero cómo hacerlo si le habían enseñado a bajar la cabeza, a acatar las ordenes y a complacer a los demás, cómo salir de aquel círculo cuando cada vez que lo había intentado había recibo un castigo. Necesitaba mantener aquella furia para no tener miedo, dejar que la impulsividad se convirtiera en temeridad. 

Al llegar, ni si quiera se molestó en llamar como hacía siempre, abrió la puerta y sin elevar lo voz, pero con una rotundidad y una furia controlada llamó a Carlos varias veces sin recibir ninguna respuesta. Se adentró en el local, apenas estaba iluminado por una ligera luz, lo inspeccionó buscando a sus dos amigos, en su lugar encontró unos ojos marrones que la observaban con una mezcla de asombro y preocupación.

- ¿Amelia? - Murmuró con cierto miedo. 

Nunca la había visto así;  el cuerpo recto, la mandíbula tensa y una mirada cargada de indignación. 

- ¿Dónde está Carlos? - Exigió sin apenas reaccionar al rostro de Luisita.

- No sé. - Se encogió de hombros, dejó el libro que estaba leyendo y se levantó dirección a ella.

- ¿Qué pasa?

- Será... será... - Apenas era capaz de poner palabras a lo que pensaba y a lo que sentía. Inspiró profundo y cerró los ojos unos segundos. 

- Amelia - Volvió a llamarla intentando captar su atención, sin embargo, no quería mirarla y perder aquella fuerza alimentada de rabia, sabía que si hacía contacto con sus ojos, ese fuego interno se apagaría. Luisita no se merecía su frustración.

- ¿Qué ha pasado? - Insistió acercándose cada vez más a ella.

-  Carlos ha pasado. - Soltó junto a un gruñido. Permitió salir el aire que le aprisionaba el pecho y dejó caer su cuerpo, perdió la rectitud de sus músculos y de sus facciones para dar paso a una expresión de derrota. 

- ¿Carlos? - Contestó extrañada. 

Tras ese cambio corporal, Luisita se atrevió a acariciar el brazo de su amiga y la arrastró hasta el sofá donde, hacía menos de diez minutos, leía tranquilamente. 

- ¿Qué ha hecho el imbécil de nuestro amigo?  - Preguntó divertida intentando quitar importancia a lo que se supone que había hecho Carlos.

- Amigo... Un amigo no haría eso,  no a mí. - La decepción y el dolor se reflejó en su voz.

 Luisita se limitó a mirarla expectante a que continuara y pusiera fin a esa incertidumbre que le carcomía. Nunca había visto a Amelia tan afectada y eso le incomodaba.

- Carlos le ha pedido a mi padre ser mi novio formal. - Dijo de forma neutral, procesando la realidad que había tras aquella declaración. Novio formal. Lo pensaba y sentía como se cerraba su garganta impidiendo que el oxígeno entrara en su cuerpo.  - Y mi padre ha dicho que sí. - Finalizó con una mirada cargada de lágrimas. 

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