❝ Cuarenta y nueve ❞

459 79 6
                                    

...

HEESEUNG

Ra-Yeon nos avisó a todos de que iba a contarnos algo importante en la comida. Estaba intrigado, aunque no sabía si era posible que hubiera algo más importante que lo que ya había conseguido, ser una original.
Antes de ello, decidí saltarme algunas clases para ir al pueblo de Min.

Pasé por delante de las casas de mi clan. Mi hermano mayor no dejaba de burlarse porque sabía a quién iba a ver. Siempre era ella. Cada día, de noche o por la mañana, iba a ver a Min a escondidas de sus padres, que aún no me aceptaban y no lograba comprender por qué. Era terrible. Parecía que no quisieran entender con quién estaría bien su hija, y seguían teniendo en mente sus ideas anticuadas de brujos blancos. Creían que Min tenía que estar con otro como ellos.

Para que no me vieran, cuando llegué a su casa, me acerqué a la parte trasera hasta divisar algo alta la ventana de su cuarto, abierta. Saqué la pócima que tenía preparada, de vuelo. No era tan potente como las que utilizaban Sunghoon y Ra-Yeon para escaparse al mundo humano, pero me serviría para elevarme hasta su repisa y saltar.

La bebí notando el sabor curiosamente ácido, pero no estaba del todo mala. Noté cómo mi cuerpo iba experimentando cambios y se elevaba. Ya estaba acostumbrado a esa sensación, aunque eso no significaba que fuera agradable.

Llegué hasta la pequeña repisa, donde apoyé las manos hasta que había subido lo suficiente como para poner los pies en su superficie, y me agaché para pasar a través del hueco. Era demasiado pequeño. Odiaba tener que hacerlo así. Aún debía amoldarme a la situación.

A diferencia de nuestros cuartos en el instituto, su ventana daba a su cama, por lo que terminé sentado en el colchón y me puse en pie al mismo tiempo que la puerta de su propio cuarto de baño se abría. Min salió, su cabellera negra estaba mojada y ya iba vestida con el uniforme de su escuela. Cerró la puerta tras de sí.

-Hola -me sonrió con cariño-. Hoy has venido más temprano de lo normal, ¿no crees?

-Tenía ganas de verte -me encogí de hombros y reí-. ¿Tienes que irte ya?

-No. Tengo unos minutos, pero será mejor que no estés mucho tiempo aquí. Mi padre suele subir para avisarme de que tengo que irme, y si te ve... -puso una mueca de disgusto que, aunque no tenía esa intención, se veía adorable.

-Lo sé -suspiré-. En realidad, mis intenciones hoy no eran charlar.

-¿No? -enarcó las cejas-. ¿Ha pasado algo?

Me acerqué un poco más a ella. Se limitó a mirarme. Posé una mano en su cintura y le acerqué hasta la puerta del cuarto de baño, donde se apoyó y yo puse mi otra mano a su lado.

-¿Echaste esto en falta? -cuestioné burlón al ver sus nervios. Min siempre había sido muy tierna. Por eso, cuando la poseyeron, no podía creer que fuera ella misma.

Asintió levemente, dejando atrás la timidez y sonriendo burlona. Dirigió una mirada rápida a mis labios, y después clavó la vista en mis ojos.

Fui agachando el cuello, pretendiendo quedar a su altura. Giré la cabeza impidiendo que nuestras narices chocaran, para que así, lo que se juntara fueran nuestros labios.
Suaves, dulces.
Nostálgicos.

-Hablar contigo no era suficiente -reconoció, sin llegar a separarse mucho de mí-. Pero ahora tienes que irte.

-¿Cuándo podré volver? -pregunté. Miraba a sus ojos esperando que dijera algo pronto.

-En realidad... no lo sé. Me iré de casa.

-¿Qué? ¿A dónde os marcháis?

-Me voy sola. No soporto a mis padres, a lo extraños que somos los brujos blancos por alguna razón. Y para irme sin que ellos lo sepan, necesito pasar completamente desapercibida. Si tú estás aquí, si te ven, si se enteran... todo será un infierno y no podré irme jamás.

𝐖𝐈𝐙𝐀𝐑𝐃𝐒 | ENHYPEN ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora