❝ Cincuenta y dos ❞

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...

RA-YEON

El baño que me di en mi primer día viviendo en el castillo me sentó de maravilla, al igual que las horas de sueño. Sin embargo, cuando desperté una sensación de agobio recorrió mi cuerpo con mucha intensidad. Era el día. El día en el que nos apresuraríamos sin mirar atrás y formaríamos una alianza para acabar con Gahyeon. O al menos tratar de hacerlo.

Me desperté y sustituí el camisón largo y marrón caoba por uno de los exhuberantes vestidos que la propia Gahyeon me recomendó. Era largo, hasta el suelo, y la falda se extendía por este creando ondas. La parte superior ajustada y con escote de corazón. El color era morado, y comenzaba a pensar que de verdad era un color que se me había asignado de alguna forma.
Tenía que salir, ya era oficialmente una original, y visitar a Sihyeon vistiéndome como una era agradable. A pesar de que no estaba establecido en ninguna norma oficial escrita por Gahyeon que tuviéramos que vestir así, ellas lo hacían, y me parecía una buena forma de derrochar poder y belleza.

Extrañaba despertar y estar a unos pasos del cuarto de Jungwon. A escasos metros. Y lo cierto era que de un chasquido podía ir a verle, pero ya no era tan sencillo. Mis deberes eran otros y no podía distraerme con cosas como sus ojos felinos y verdosos rebosantes de amor, su aroma a vainilla o sus labios finos. Tenía que prepararlo todo. De lo contrario, nada saldría bien.
Además, pronto le tendría junto a mí, en el caso de que consiguiéramos vencer a Gahyeon.

El día iba a ser pacífico en su primera parte. Me teletransporté al castillo de Sihyeon con la finalidad de hablar con ella sobre lo que pasaría. Lo que llevaríamos a cabo más hacia la noche.
Cuando llegué descendiendo completamente hasta el suelo y dejando atrás la pequeña lejanía con este, la observé sentada y aburrida en su trono. Aquella mañana la responsable de los castigos era Gahyeon, para la desgracia de todos los ciudadanos. Por la tarde era yo, y por la noche Sihyeon. Aunque ninguna de nosotras planeaba realizar su trabajo, sino más bien, matar a Gahyeon.

Aceleré el paso hasta ella para terminar saludándola con una sonrisa, haciendo que se levantase. Me guió hasta otra habitación de los extremos, en la que dentro había algo parecido a una cocina, pero con una elegancia exhuberante a la vez que relativamente moderna. Todo era de piedra gris y madera blanca, dejando de lado los colores oscuros y místicos de la sala principal del último piso y las paredes que rodeaban el castillo.
Se acercó hasta la encimera, donde había una cesta de paja con manzanas. Agarró una de estas, de un rojo vivo, y se aproximó hasta una mesa alta. A ambos lados de esta, había dos sillas.

Imité su acto y cogí una manzana cayendo en la cuenta de que no había desayunado nada. La mía era verde. Me gustaba más su sabor agrio y lo crujientes que eran.
Fui junto a Sihyeon y me senté en la silla alta y negra frente a ella.

-¿Todos tus amigos están avisados de que será hoy? -miró a los lados, asegurándose por última vez de que estábamos solas.

Gahyeon podía aparecer en cualquier momento, pero no lo haría. Si se tomaba algo en serio, eso era su trabajo. Castigar le gustaba de una forma enfermiza, y más aún cuando era a, prácticamente, inocentes. No solo había perdido toda la cordura, sino que su adicción por que la gente cumpliera sus leyes ridículas iba más allá de lo normal.

-Lo están. De todas formas, puedo ir después a recordárselo. Antes de esta tarde -dije con voz lenta-. ¿Tienes energía para lo que sucederá esta noche?

-La tengo. De hecho, siempre la tengo. Recuerda que somos originales -bromeó.

-Tranquila, que no se me olvida -rodé los ojos discretamente y suspiré, dándole un bocado a la superficie verdosa de la manzana. La piel era tan áspera como el tono de voz que estaba utilizando en esos momentos. No estaba molesta ni cansada del humor inoportuno de Sihyeon, simplemente sabía lo que se avecinaba.

𝐖𝐈𝐙𝐀𝐑𝐃𝐒 | ENHYPEN ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora