❝ Cincuenta y tres ❞

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...

JUNGWON

-Esto es lo que haremos -continuó, Sihyeon-: Saldrán Beomgyu y Jay. Cada uno a vigilar la puerta de cada castillo. Jay aquí. Beomgyu al mío. Teletransportaros. Deprisa.

Los dos nombrados desaparecieron bajo la presión que puso la original en sus palabras. Al instante.

Ra-yeon se posó la mano en el pecho, llamando mi atención. Estuve a punto de preguntar si se encontraba bien, cuando su cuerpo entero se iluminó y se envolvió de un halo de luz blanca y cegadora que desapareció en segundos. Bajó desde su cabeza hasta sus pies permitiéndonos a todos verla otra vez. Había intercambiado el vestido elegante por un pantalón corto y una camiseta simples, con unas botas. Lista para pelear. Segundos después, Sihyeon hizo lo mismo. Aunque su luz no brillaba con la misma intensidad, a mis ojos.

Ambas se miraron y se sonrieron con complicidad. Todos sabíamos que aquello estaba a punto de comenzar. Pasaron su mirada a nosotros, Ra-Yeon la clavó en mí.

- Amontonaros en aquella esquina -ordenó, señalando con el dedo y el brazo alzado un rincón junto a la puerta del baño.

Obedecimos de inmediato. Todos. Ellas unieron sus manos sonrientes y llenas de maldad. Una maldad atractiva en Ra-Yeon que era diferente a como la había visto otras veces; traviesa, juguetona o incluso intimidante, pero no de esa manera tan... escalofriante.
Sihyeon suspendió las manos en el aire, hacia arriba, regalando su esencia y poder. Ra-Yeon unió sus palmas con las de ella, provocando lo que pareció un estallido silencioso. Unas cuantas llamas de un tono morado resplandeciente surgieron de aquel pequeño toque con fuerza. Después, una iluminación parecida a la de minutos atrás rodeó a ambas, pero era más clara. Podíamos verlas, lo que hacían.

Estábamos seguros de que habían estado practicando aquello mucho tiempo. No hablaban, ni siquiera mantenían la vista fija en algún punto; sus ojos estaban cerrados y sus párpados firmes. Hasta segundos después que, al igual que todo el castillo y nuestros cuerpos, estos eran temblorosos.
Parecía un terremoto, pero no lo era. Lo sabía muy bien. La necromancia en su máximo esplendor. Otro tipo de necromancia. Una muy distinta a la que practicó Ra-Yeon junto a mí para invocar al espíritu de su madre. Todas las tierras se estremecían. El suelo y todo lo que estaba sobre su superficie saltaba y se movía.

De un momento a otro, tras pronunciar las palabras en su cabeza y ver la gran efectividad de aquello, las dos abrieron los ojos con satisfacción. La luz que las envolvía angelicalmente desapareció y, en su lugar, una lúgubre sensación recorrió todo el lugar. Muerte. Todo un ejército de muertos las obedeció y surgieron de sus tumbas para rodear a Gahyeon.

Sihyeon se acercó apresurada y nos apartó con una ráfaga de viento que salió de sus manos. En la pequeña elevación en forma de pedestal que había en el extremo de las vallas se encontraba su bola de cristal. Se abrió paso y la agarró, pasando con concentración la mano sobre ella y dejando que se iniciara y se llenara de su energía. La bola empezó a proyectar una imagen semitransparente. Una puerta. Ladrillos tenebrosos. El castillo de Gahyeon con una avalancha de personas no vivas que golpeaban con furia cualquier parte de las paredes de la construcción, con una fuerza descomunal que hacía que de cada golpetazo resonara un eco. Las voces de estos eran desesperadas, solemnes. Marchitas. Algunos se daban la vuelta y se mostraban con los ojos rojos e iluminados, el rostro pálido y blanco. Vacío de expresión. Con la única función de matar.

Agrandó la bola a pesar de que era cristal. La amasó en sus manos hasta transformar la imagen en una nube de proyección en el centro de la sala. Era gigante, todos podíamos mirar.

Gahyeon salió de su castillo despidiendo la puerta de un gran estallido, con un rayo de luz negra como el azabache y de una apariencia abismal.
Quedó flotando en el aire, por encima de cada uno de los cadáveres en vida que trataban de alcanzarla en vano, alzando los brazos. Los examinó y frunció el ceño, maldiciendo. Logré escuchar un "¿quién puede haber sido?", no sospechaba.

𝐖𝐈𝐙𝐀𝐑𝐃𝐒 | ENHYPEN ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora