❝ Cuarenta y siete ❞

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...

JUNGWON

Ra-yeon parecía querer llorar, aunque lo retenía.
Yo sabía por qué.
Cuando volvió de su reunión, lo hizo con mala cara, no todo podía ser bueno. Me contó lo que le dijeron, la nueva ley que tenía que implementar ella misma.

Estaba sentada a mi lado, ambos sobre mi cama aprovechando que Sunoo estaba en el cuarto de Riki.
Abrazaba sus rodillas y miraba al horizonte en un silencio sepulcral, a la pared frente a ella, que no expresaba nada.
Me acerqué un poco y, con delicadeza, acaricié su mejilla con la mano. El tacto era suave y noté que estaba algo mojada. Ya había salido una lágrima.
Después alcé el hombro haciendo que me mirara. Entendió mi gesto, y apoyó cuidadosamente la cabeza en él.

En ese preciso momento comenzó a llorar, un llanto que no había escuchado nunca de su parte. Desgarrador, triste, culpable. Solo se escuchaban sus sollozos que rompían el intenso y horrible silencio, en ese momento lo odiaba. No era tranquilo, pacífico. Conllevaba que ella estaba triste y no le salían las palabras.

- Oye, no pasa nada... iremos mañana y lo harás. Es tu deber, no tienes la culpa. Sunghoon lo entenderá.

- Ya lo he hecho, Jungwon -interrumpió, dejándome paralizado-. Antes de llegar he pasado un momento por allí y la he escrito. Pronto se dará el anuncio, pero yo tengo que decírselo a Sunghoon antes de que la malévola Gahyeon lo vea y aproveche la ocasión para castigarles a él y a todos.

- Vaya... -suspiré, mirando su mano. La entrelacé con la mía en un intento de tranquilizarla-. ¿Quieres que vayamos ahora a decírselo? Tal vez así te quedes más tranquila.

...

SUNGHOON

Estaba destrozado; no dormí nada.
La razón era simple y dolorosa. Ra-yeon, quien ahora era una original, se vio obligada a cambiar las leyes de las brujas, escribiendo una más. La onceava. La que rompió el lazo que se creó entre mi clan y el que nos ayudó a salir de la crisis, uniéndose a nosotros.
Aquello ya no existía y, de hecho, iba de camino a quebrar el pacto. A contárselo, explicarles la situación aún cuando no sabía cómo hacerlo. Y después lo haríamos por lo legal.

No culpaba a Ra-yeon, pero me entristecía. Que hubiera tenido que ser ella quien hiciera aquello. Saber que Gahyeon esperó al momento oportuno para, de repente, decidir hacer aquello, y que se lo mandó a Ra-yeon sabiendo que su dolor sería gigante al escuchar que me haría daño indirectamente.
¿Por qué ella? ¿Por qué era así todo aquello?
Gahyeon estaba inundada de maldad desde los pies a la cabeza.

Cuando me lo contó, se fundió conmigo en un abrazo. Ni siquiera pude pensar en lo que estaba pasando, y se mezclaron los sentimientos encontrados. La tristeza por la noticia, el amor que sentía por ella. Las lágrimas con los latidos apresurados de mi corazón. Aquello fue incluso peor.

Cuando se marchó, todo lo que pude hacer para aliviar el sufrimiento, o al menos dejarlo salir, fue llorar mucho más de lo que lo hice frente a Ra-yeon.
Mi clan iba a disminuir por segunda vez, a volver a sus inicios y a lo que fue su peor momento. Hasta desaparecer, porque solo quedábamos mi madre, Jaeho y yo.
Habían pasado tantas cosas relacionadas con eso que estaba más que acostumbrado a la situación, a la sensación de vacío, de no tener familia.
Pero el problema llegó cuando se solucionó, y lo construido por mí, con tanto esfuerzo y de lo que estaba orgulloso, fue destrozado de forma despiadada sin razón aparente.

𝐖𝐈𝐙𝐀𝐑𝐃𝐒 | ENHYPEN ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora