María, después de un matrimonio fallido y con dos hijos a cuestas consigue el trabajo de su vida como responsable de biblioteca en una prestigiosa Universidad de Madrid. Allí conocerá a un Tom Hiddleston enamorado de la Literatura Inglesa mientras h...
De camino al coche no pude evitar mirar a Loki de reojo, aquel traje negro le sentaba tan bien, además me recordaba al día que tuvimos la primera cita…
-Piensas muy alto querida…- me dijo con cierta sorna.
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-Bueno, no tengo nada que esconder y tampoco es nada que tú no sepas.- le sonreí ya que sabía que aquello le hacía venirse arriba y después del momento que habíamos pasado con Tom… me pareció lo más oportuno.
En realidad se me hace un nudo en la garganta sólo pensar en lo que acaba de pasar, necesito hablarlo con Gemma, además le debo una explicación…
Entrando en el coche, vi a Loki algo metido en sus pensamientos, no quise molestarlo arranqué el coche y comencé salir del aparcamiento.
-Estás muy callado…- no lo pude evitar, odiaba verlo así.- ¿Qué piensas?...
- Me gustaría pasar un día contigo en Midgard, como si fuéramos una pareja de tu mundo.- dijo con un tono de tristeza que empezaba a preocuparme y por supuesto accedí de inmediato.
-Nada me haría más ilusión en estos momentos.- noté no sólo su evidente sonrisa de agrado sino calidez en su corazón.- Tengo hambre Dios de las Mentiras… tanto arte amatorio me está dejando sin fuerzas… se me ocurre un pequeño plan que creo que podría resultar.- asintió esperando con cierta impaciencia aquello.
Aparqué como pude en el centro de Madrid, aquella ciudad era muy bonita pero tenía tráfico a cantidades preocupantes.
-Mira, este es el parque del Retiro, he pensado que podemos pedir un par de hamburguesas y comerlas cerca del palacio de cristal que tiene unas vistas preciosas.
-¿Quién gobierna en ese Palacio? Tiene un nombre bonito.- me enterneció de manera sobrevenida y solté una pequeña risa pero no quise ser mala con él.
-No lo gobierna nadie Loki, es el nombre de la edificación. Aquí en Midgard nos gobiernan las personas que el pueblo elige.- le comenté aferrándome a su brazo con mucho cariño.
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-¿El pueblo decide? ¡Qué estupidez María! Normal que os pasen las cosas que os pasan.- no quise discutir con él, era una conversación que probablemente nos llevaría a discusión y tenía la necesidad de pasar un rato en paz.
