24. Juntos

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Cuatro meses después.

Karol

El sudor recorría mi cuerpo, el cansancio apoderándose de mí. Necesitaba un descanso.

—No puedo más.

—No seas floja, Karol.

Mi prima se burla mientras los demás se detienen un momento, tratando de esperarme.

—Recuérdenme por qué estamos caminando el sendero del diablo.

—Porque es parte de la caminata, enana.

Fulmino con la mirada a mi novio. Se supone que tiene que estar de mi lado, muy mal ahí.

—Y por qué la hicimos.

—Para conocer todo el lugar, bebe un poco de agua para poder avanzar.

Lía me pasa una botella llena de ese líquido vital que necesito. Hasta eso los demás aprovechan para tomarle fotos al paisaje y a ellos mismos.

Estábamos en un lindo lugar, que ahora mismo no recuerdo su nombre pero si el motivo por el cual vinimos.

Mañana era el cumpleaños de Alexander y pues organizamos—especialmente Lía—este viaje. Habíamos llegado hoy en la mañana y ahora estábamos en esta caminata. El hermano de Alexander fue quien nos prestó la cabaña.

Estos últimos cuatro meses habían pasado muy rápido. Lo que más disfrute fue Navidad y Fin de año y más si mi familia y la de Ruggero se juntaron para celebrarlo. Navidad fue en mi casa y fin de año en la de Ruggero. Inclusive llegaron algunos familiares de él.

El chiste fueron los regalos. Él me dio una cadenita, con la letra K, detrás tenía su inicial y la fecha en la cual nos hicimos novios; 20/11/2017.

En cambio yo le regalé una chaqueta que supe que quería hace mucho. Digamos que ese día Ruggero le afectó el vino. Así que cuando se la di, minutos más tarde tomó mi mano y me llevó a la cocina.

—¿Qué haces?

—Vamos hacer que tu regalo también quedé en mi como una marca.

—¿Estás diciendo que marcaste mi cadenita por eso? ¿Acaso eres un toxico posesivo?

—No, pero quería que quede grabado. Te toca.

Pero yo no hago nada porque él se encarga de todo. Me asusto cuando agarra un cúter de una de las gavetas de la cocina. Toma la chaqueta y en la parte de adentro empieza a tallar mi inicial.

—Estás loco...

—Loco por ti

—...y borracho.

—También.— deja el cúter a un lado y se acerca a mí para abrazarme por la cintura.—Te quiero, enana.

—Te quiero más.

Su mamá nos encontró en aquella situación pero solo nos sonrió y apretó nuestras mejillas.

Fin de año fue fiesta y alegría. Además de una gripe que agarró mi papá y el de Ruggero. Ambos hombres cayeron en la piscina, o más bien se retaron entre ellos y lo hicieron. Sus esposas solo los regañaron pero al día siguiente les hicieron chocolate caliente y sopa de pollo.

En unos meses más terminarían las clases y eso nos tiene un poco emocionados, claro, sí dejamos los exámenes de lado.

Me levanto de la roca, en la que estoy sentada, y camino a la par de Ruggero. Y cuando llegamos a la cima de la colina, nos tomamos cuantas fotos podemos.

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