52. Pequeños Deseos

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Karol

Estoy sentada frente a un gran espejo, esperando que me terminen de maquillar. Viendo al hombre que más odio con una copa de vino en su mano.

—Señorita, por favor no lloré que va a arruinar mi trabajo.

Para rematar la maquillista es una amargada de mierda que piensa que estoy llorando de felicidad y en más de una ocasión jaló mi cabello cuando me hizo el peinado.

—Salte un momento.— agacha la mirada ante la voz fuerte de William y termina saliendo dejándonos solos.—Cambia esa cara, está por ser mediodía y debes de estar lista. Apenas firmemos el acta de matrimonio saldremos a Portugal.

Mi llanto se incrementa pues tengo demasiado miedo.

—Déjame ir, por favor.

—Todo el mundo piensa que estás muerta. Han seguido con sus vidas y es mejor que nos vayamos de aquí.

—Estás loco.

—Talvez pero ya llegué lo suficientemente lejos como para perder.— acerca su dedo índice a mi mejilla en un intento por tocarme, cosa que no consigue cuando soy más rápida y me alejo del asiento donde reposaba.—Huye todo lo que quieras, falta muy poco.

Sale de la pequeña habitación y la maquillista vuelve a entrar.

—Lo siento.

Mira directamente a la puerta y su voz sale en un susurro.

—¿Qué?

—El hombre me tiene amenazada y no pude reaccionar de otra manera, lamento si jalé su cabello, estoy demasiado nerviosa.

Mira a todos lados como si buscara una salida.

—Necesito que me hagas un favor.

—No puedo, por favor siéntese para que yo termine y poder largarme de aquí.

Es mi única salida y tengo que aprovechar.

—Cuando te vayas de aquí ve a esta dirección.— tomo un lápiz de cejas y escribo en una servilleta la dirección de Darla.—Dile que estoy por casarme, que aumentaron la seguridad, que piensa que recuperé la memoria y debe de encontrar a Ruggero.

—No entiendo nada de lo que me dice, siéntese por favor.

—Solo hazlo, estoy aquí en contra de mi voluntad...

La chica desconocida es rápida al guardar la servilleta en el bolsillo de su chaqueta cuando escuchamos la puerta abrirse.

—¿Terminaste?

Me retoca el rubor y luego con un spray fija mi maquillaje.—Ahora sí.

William se saca un fajo de billetes y se lo entrega.

—Por tus servicios y el silencio que guardarás si está loca te dijo algo.

La maquillista solo logra asentir y luego prácticamente corre para escapar de este lugar.

El hombre que tengo al frente camina hacia mí y sujeta mis hombros con firmeza.

—Si me sacas de aquí ten por seguro que en Portugal haré hasta lo imposible para escaparme.

—Tal como lo hiciste aquí, no tienes ninguna oportunidad, Karol.— a la fuerza logra besar mi frente.—Ahora vas a ponerte el vestido que escogiste, el juez está por llegar.

Darla

Los nervios los tengo de punta y creo que voy a hacer un hueco en el suelo de mi casa a causa de las vueltas que estoy dando.

Little WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora