13. Feliz cumpleaños

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Ruggero

Hoy es mi cumpleaños.

Y hay examen de física.

No estudie nada.

Y voy a reprobar.

Mamá y papá salieron ayer de la ciudad, por algo de la empresa.

Y mi pastelillo de siempre no me despertó.

Hoy tengo entrenamiento.

Y va a ser toda la tarde, pues perdimos el último partido y el entrenador está muy estricto.

En fin, la vida me odia ofreciéndome este día de cumpleaños.

Encima, hace días que Amber y Julia se fueron. Extrañare mucho a la pequeña.

—Felicidades hermanito.

Leonardo me está esperando en la entrada de la casa con una velita encendida.

—Gracias Leo.

La soplo y revuelvo el cabello de mi hermano menor.

Tomamos nuestras cosas y nos vamos al Instituto.

—¡Hermano!— una avalancha se me lanza encima apenas entro al salón.—Feliz cumpleaños.

Sonrió a todos mis amigos. Parece que mi día va mejorando.

—Felicidades a mi tonto favorito.

Valentina me envuelve en un abrazo, al igual que Lina, Lía y Laura. Montse también se acerca a felicitarme. La única que no lo hace es Karol, quien está concentrada en copiar lo que la profesora ya está escribiendo en el pizarrón.

—Jóvenes ya tomen asiento. Copien el trabajo de investigación y preparen sus cosas que en minutos empezaremos el examen.

La señorita Hannah sonríe como si fuera la mejor parte de su trabajo.

Diez minutos después ya está dejando las hojas sobre nuestro escritorio.

Dios, si estás ahí, impide que tomen este examen.

No pasa nada.

Los cuarenta y cinco minutos más tormentosos de mi vida empiezan. Apenas respondo algunas preguntas y en otras aplico la D de Diosito o la C de Cristo. Lo que mi instinto me diga.

La profesora no nos quita la mirada de encima.

Dos toques en la puerta hacen que todos levantemos la cabeza de manera sincronizada.

Aleluya, diría el Señor.

Es el profesor Gonzalez, quien está arrimado en la puerta con su característica sonrisa.

—Hola Hannah...digo, señorita Thompson.— la profesora sonríe nerviosa y solo asiente a manera de saludo.—Ruggero, el rector quiere verte, ven conmigo a su oficina, por favor.

Siento algo raro cuando deja se sonreír. Es extraño verlo serio.

—¿Ha terminado el examen?

Asiento y le entrego la hoja.

Me despido, disimuladamente, de mis amigos. Burlándome de ellos cuando sé que mi calificación será pésima.

Cuando llego a la oficina del rector, visualizo a mi hermano.

El señor Rinaldi tiene las manos cruzadas sobre su escritorio y mantiene una postura seria.

—Buenos días señor Rinaldi.

—Buen día Ruggero.— él suelta el aire que parece haber estado contiendo y se levanta de su asiento.—Los he llamado porque acabo de recibir una llamada de su tía Juliana.

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