Ruggero
Nunca pensé que llegaría este momento.
Estar vistiendo a mi niña para ir juntos al estadio.
Ya la he llevado antes pero nunca a uno en el que yo he participado.
—Pero mírate, estás preciosa.
—Peciosa.
Ella mira el moño rojo que reposa sobre su cabeza.
El partido empieza en una hora y es por eso que yo me voy a adelantar hasta que Karol y mi hija lleguen junto a los demás.
—Yo quería que llegaran conmigo.
—Aun falta que yo me aliste, mi amor.
Voy a la habitación y una bola roja llama mi atención.
—¿Qué hace un moño con un poco de mi hija?
La bebé solo mueve sus manitas.
—Grosero.— mi esposa golpea mi brazo antes de colocarle los zapatitos a Amber.—Ella será la estrella de tu juego el día de hoy.
—Pero, mi amor, eso le queda enorme.
Es un cintillo rojo con un lazo de lado.
—Está preciosa.— la toma entre sus brazos y besa sonoramente su mejilla.
—No te lo niego, tú y ella serán mi inspiración para ganar.
—Más te vale, Pasquarelli.
Se acerca a mí para besarme y solo me separo porque una pequeña jala de mi cabello.
—¡Papi!
El jalón en mi pantalón me saca del recuerdo en el que me sumí.
—Cuando eras pequeña.— me agacho hasta quedar a su altura.—Tú mamá si te llevó a uno de mis partidos.
—Mami.
—Sí, ella te puso un moño igual a este.
Amber ríe y sus dos colitas se mueven. Se abraza a mí sin decir nada y es lo único que me hace pasar el ardor en el pecho por recordar a su madre.
La puerta suena y detrás de ellos mis amigos ya pasan por mí.
Hoy retomo mi carrera, no de manera oficial porque para esa me falta entrenamiento pero si vuelvo a jugar después de mucho tiempo, así sea solo con mis amigos.
Karol
El dolor punza en mi cabeza, mis pies duelen, no podía reconocer donde estaba pero si a donde quería llegar.
Solo había bastado un recorrido por la habitación para saber que donde me encontraba era el mismo infierno para mí.
Necesitaba llegar con ellos.
No entendía por qué no me habían buscado.
—Tiene que estar por aquí. ¡Búsquenla ya!
Demandó una voz, era el que cuidaba toda la residencia. Apenas y había tenido la oportunidad de escaparme de su vista.
Estaba en el bosque que rodeaba la casa. De eso estaba segura. Sentía cómo las piedrillas se clavaban en mis pies pero poco me importaba. Yo solo quería regresar a mi casa. Mi pecho parece colapsar y me escondo detrás de un árbol para tomar aire.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí pero si reconocía al imbécil de William. Ese que me hizo tanto mal. Lo único que en ese momento no entendía era el qué hacía la mujer de la tienda allí, no recuerdo su nombre, solo su rostro e incluso eso es lo último que acapara mi mente, puesto que después todo se puso negro con el disparo que ella me había proporcionado, el cual solo había dejado una pequeña cicatriz en mi hombro derecho.
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Little Wishes
Fiksi PenggemarDebí cumplir todos sus deseos... Y nunca haber dejado que se vaya.