46. Despedirme de ella

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Ruggero

—Mamá, por favor.

—¡Ruggero, por Dios! Mira la hora.

El reloj marcaba la una de la mañana, el pecho me taladraba a causa de la noticia que estaba tratando de procesar.

—Tienes que dejarme ir, me niego a esperar aquí sentado.

—Hijo, debes aceptarlo.

Ahora es mi padre quien pone la mano en mi pecho y me obliga a apartarme de la puerta por la que quiero salir.

—¡Ella no está muerta!

—La policía...

—¡No!— pierdo los estribos cuando intenta repetir lo que hace horas nos dijo el oficial.—Aun no me dan pruebas de que es ella.

—Era tu auto.

Mi llanto a este punto es irreparable. El dolor perpetúa hasta la última célula de mi cuerpo. La garganta me arde por los gritos atorados.

El llanto de la bebé que reposa sobre los brazos de mi cuñada me hacen quitar la dirección de mi objetivo y voltearme a ver que le sucede.

La he asustado.

Estaba tomando de su biberón rosa y yo la he asustado.

Mamá se acerca a Marisa, buscando también tranquilizarla pero parece que nada funciona.

Papá parece regañarme con la mirada y ahora soy yo quien se acerca a Amber.

Su pequeño rostro está rojo de la fuerza que utiliza para llorar a todo pulmón. Su ceño está fruncido y aprieta la esquina de su cobija en su puñito izquierdo.

—Ya, bebé, shh.

Nada de eso la calma, ni las palmaditas que mamá le da.

Parece sentir mi presencia cuando paso el dedo por su mejilla y Marisa me la extiende.

La tomo en mis brazos y el dolor se incrementa cuando veo sus ojos.

"Karol"

Ella no puede haber muerto.

Y rogaba a Dios para que la policía me confirmara que el cuerpo que encontraron carbonizado en mi auto no era el de ella pese a que todo apuntaba a eso.

—Shh, mi amor. En unas horas mami vendrá y nos iremos juntos a casa.

Aún no había hablado con mis suegros porque mantenía la esperanzada de contar esta mala anécdota junto con ella en una llamada.

—Piensa en ella, Ruggero. No ganas nada con intentar salir a buscarla cuando solo necesitas una respuesta por la mañana.

El llanto de mi hija se disipa y decido que lo mejor es hacer caso y es así como pasó las siguientes siete horas viéndola dormir. Solo se despierta dos veces en todo ese transcurso; una para comer y otra para cambiar su pañal.

No me atrevo a ir a casa y es mamá quien busca las cosas por mí.

Cuando veo la hora en mi celular y este indica las ocho de la mañana no aguanto más y tomo las llaves del auto de papá para salir y buscarla donde la había visto por última vez. Solo le aviso a Leonardo para que cuide de Amber por mí.

Así me la paso todo el día o eso es lo que creo. Sin embargo, solo han pasado tres horas, horas en las que no encuentro absolutamente nada pese a que le pregunto a medio mundo.

Little WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora