51. Mantener la esperanza

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Ruggero

La pierdo de vista cuando corre para alejarse de mí y regresar donde es una prisionera.

Aun no puedo creer que esté viva. Siento que una parte de mí siempre lo supo y por eso no pude despedirme cuando fue su funeral o los años siguientes a eso. Solo lo pude hacer cuando sentí que debía dejarla ir.

Su aroma se ha quedado impregnado en mi camisa, sus caricias aun las siento.

Diablos, tengo que hallar una manera de atrapar a ese desgraciado sin lastimar a mi esposa en el proceso.

Mi esposa. Una sonrisa se extiende por mi cara y es difícil poder controlarla.

Necesito llamar a papá y hacer que venga a Milán lo antes posible, es el único que me puede ayudar en esto.

***

—Tu madre hizo muchas preguntas.

—Te explicaré todo.

—Bien, porque yo también me estoy haciendo las mismas.— ayudo a papá con su pequeña maleta y lo invito a sentarse en la sala. Amber está durmiendo así que podremos conversar tranquilos.—¿Por qué me hiciste venir tan repentinamente y sin dar detalles? ¿Amber está enferma?

—Nada de eso. Ella está de maravilla.

—¡Abuelito!

Mi hija con su pijama de osos interrumpe nuestra conversación, lleva su monito de peluche en su mano izquierda y con la otra se refriega los ojos para espantarse el sueño.

—Pequeña.

Papá la sujeta la cuando ella pide sentarse en su regazo.

Se supone que la dejé durmiendo y ahora está aquí siendo mimada por mi padre.

—Abuelito, vi a mamá.

También se supone que yo lo diría.

—A ver, cuéntame tu sueño.

—No, abuelito. Mami estaba en la felia.

Mi papá luce confundido intentando comprender lo que su nieta le dice.

—Amber, ¿quieres leche con galletas?

—¡Sí!

Me pongo de pie y la llevo a la cocina para darle a mi hija lo que me permitirá tener un momento a solas con él.

Dejo a Amber de lo más contenta en el comedor y tomo asiento frente a mi padre.

—¿Qué es todo eso que dice Amber?

—Papá, debes tomarlo con calma.— suelto un suspiro antes de soltarle la bomba.—Karol está viva.

—Hijo, sé que aun te duele pero no puedes decirle eso a Amber, le hará daño.

—Karol está viva.— repito.—La vimos ayer en la feria y era ella, es por eso que te he llamado.

Le toma unos segundos analizar mi rostro para entender que no estoy bromeando.

—Dios mío.— lleva las manos a su pecho.—Estás hablando enserio, Karol...

—William, uno de sus jefes, la ha mantenido secuestrada después de que despertara del coma que le produjo un golpe y disparo que recibió.

—¿Cómo?

—Karol no era la mujer que encontraron en mi auto. Hubo alguien de la policía encubriendo todo eso. Su salida del país, las pruebas de ADN.

—Es por eso que ella no llama a la policía.

—Tiene miedo papá.— y evidentemente yo también.—Es por eso que te he llamado, yo sé que tú tienes a gente de confianza en la estación de aquí.

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