33. Salidas

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Ruggero

Alzo las pesas que me ha indicado Alonzo hace unos minutos. Él se ha ido a la cocina a preparar un batido para todos.

Pesé a que afuera se nota el frío que hace, aquí adentro el ambiente es acogedor. Solo hay una cosa que me incomoda y creo que hubiese preferido que sea la temperatura y no el que mi mirada este fijada en ellos.

Karol está acariciando sus brazos, pese a que trae un abrigo que le queda inmenso. Está apuntando algo y su novio solo asiente. Se entretiene cuando se nota que le entra una llamada y se aleja de ella para contestar.

Karol parece pensar y recordar algo, volviendo a anotar en su libreta.

Creo que siente mi mirada y gira su rostro.

Casi me tuerzo el cuello con tal de que note que he sido yo su observador—acosador— todo este tiempo.

El entrenador pasa por delante de cada uno con un vaso desechable lleno de un jugo verde. Algunos hacen una mueca de asco y yo no soy la excepción. Odio estos batidos.

Tomo asiento a un lado de Pedro, un compañero, y reviso mi celular mientras bebo de mi vaso. Solo encuentro mensajes del grupo que han creado.

SALIDAS 🤑

Agus: Decidido, saldremos a un bar.

Julio: ¿A qué hora?

Valentina: A las siete. Ya les paso la dirección.

Agus: Tengan la amabilidad de confirmar.

Julio: Yo voy.

Chris: Yo también voy.

Montse: Giovanna y yo si vamos.

Lía: Alexander, mi guapo novio, dice que sí. Y yo también voy.

Laura: Si voy.

Si voy.

Sevilla: Allá los veo.

Veo como guarda su celular y dirige su mirada hasta su prometido que sigue al teléfono. Es obvio que está aburrida. Golpea el lápiz contra su mejilla de una manera delicada. Mientras que su otra mano está en la otra mejilla.

Siempre hacía eso en clases.

Espabilo, y cuando Alonzo indica que ya se ha terminado el entrenamiento, tomo mis cosas y salgo de allí. Solo que mi vejiga pide ser vaciada y le pido el baño a mi entrenador. Con sus indicaciones encuentro uno. Es un lugar muy espacioso.

Ya aliviado salgo de ahí y busco la salida. A la distancia veo a la mexicana acomodando su gorro de lana frente al espejo que está cerca de la puerta. Se ve muy guapa y sin poder controlar mis piernas y quedarme en mi lugar hasta esperar que se vaya, voy hacia allá.

Mi llegada no le sorprende. Solo se hace a un lado cuando mira que está obstruyendo el camino.

Soy yo el que abre la puerta. El viento hace que mi cabello se mueva. Solo fueron segundos para que empezara a llover y aunque mi casa esté cerca, no me apetece caminar bajo la lluvia.

Pero menos me apetece quedarme aquí así que me preparo mentalmente.

—Espera.— es ella quien me toma por el antebrazo y detiene mi salida.—Te puedes enfermar si sales en esta lluvia.

No quiero pero tampoco puedo evitar que mi estómago se remueva por la mueca de preocupación que hay en su rostro.

—No debe importarte.

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