43. Ahora somos tres

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Ruggero

La mirada sobre mí es intensa y a la vez incómoda. Aparte no sé por qué está en la cancha de entrenamiento.

—Terminamos, chicos.

Me acerco por mi botella de agua y aprovecho para revisar el celular.

Estamos bien, no te preocupes.

Mi esposa estaba en el último mes de gestación, de los dos era yo quien tenía los nervios de punta y más cuando me llamó de su trabajo diciendo que estaba en el hospital.

No había sido fácil, ese día mi mundo se detuvo por un momento.

Pese a que el doctor dijo que no corría ningún peligro no dejo que se mueva de la cama y mucho menos se quede sola. Solo dos días más y estaría libre para estar con ella. Lo había hablado con Alonzo y necesitaba un descanso.

Mi mujer y mi hija eran mi prioridad ahora.

Porque sí, en la ecografía de hace meses había salido que tendríamos una niña. Nuestra perfecta Amber.

Nuestra familia se emocionó demasiado. Más mis padres, ya que es su primera nieta. Y que mis suegros hayan viajado hasta acá también demuestra cuanto les importa.

—Ruggero.

Otra vez.

—Hola, Vanessa.

La chica que está parada frente a mi tiene el celular en su mano y noto el sonrojo en su cara.

—Una más, por favor.

—No crees que ya tienes muchas.

Me paro a su lado, como siempre.

—Nunca serán suficientes

Muestra su gran sonrisa a la cámara y yo intento mostrar una.

—Gracias.

—Un momento.

Guarda su celular en el bolsillo delantero de su chaqueta y me vuelve a sonreír. Acto que empieza a cansarme.—Creo que ya es suficiente con las fotos que tienes.

—Ruggero, eres mi jugador favorito.

—Y te lo agradezco pero desde que llegaste, me he tomado demasiadas fotos contigo y empieza a incomodarme que todos los miércoles estés observándome y ni medio termino empiecen las fotos.

—Pero, Ruggero...

—Te pido de favor que empieces a mantener la distancia.

Tomo mi mochila y salgo de allí, escuchando sus gritos de fondo.

Cualquiera pensaría que soy un grosero.

Que soy una figura pública y debo conceder lo de fotos y autógrafos cada vez que me lo pidan. Y están en lo correcto, en tanto no me quiten la paz que mantengo.

Vanessa es una chica de veinte años que ingresó como ayudante en lo que respecta a la administración del estadio en donde entrenamos. Se encarga de registrar las entradas y salidas, así como la organización de los partidos que se hacen aquí.

Cuando la conocimos se presentó formalmente pero a medida que pasaba el tiempo—hablando de los últimos cuatro meses—se iba acercando más hasta detenerse en las gradas y pasarme mi botella de agua u ofrecerme una toalla para el sudor. Puede que sea un acto generoso, pero cuando empieza a resultarme incómodo pues necesito mi espacio.

Se lo había comentado a Alonzo y este quedó en hablar con su superior, puesto que ella debe quedarse en la oficina de esta instalación y no en el campo de entrenamiento, no mientras sea alquilado por nuestro equipo pero vemos que nada sucedió. Así que he decido que lo mejor es dejarle yo los puntos claros.

Little WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora