35. Amapola cristalizada

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Ruggero

No sé porque acepté esto. Pero estoy sentado en el último asiento de esta buseta con dirección a no sé dónde, a dos días de navidad.

No me quedé con mi familia o más bien rechacé la idea de ir con ellos donde mi tía Juliana y en su lugar, emprender este viaje con mis amigos, quienes van cantando canciones en español.

Parece que a Agus se le va a salir la garganta.

—Qué calor, oh-eh-oh. Qué calor que tengo yo. Que levante la mano como yoo...El que quiera un vino en cartón...el que quiera vino en cartón.

Mueven sus manos como si tuvieran maracas. Ni siquiera puedo seguirles la corriente porque no me la sé. Y hasta Lía conoce la canción, siendo australiana...AUSTRALIANA. Dudo que allí se conozca esa música.

—¿Cómo te la sabes?

—En la Universidad hay una chica de Puerto Rico, así que me enseñó todas esas músicas. Por eso me urge el matrimonio de Karol y que como buena latinoamericana, las ponga todas.

Lo último lo dice más alto y la mexicana apenas alza los dedos para indicarle que si la escuchó. Está más dormida que despierta. Solo ella puede dormirse con tremenda bulla. Ella y Alexander.

Julio es quien conduce y cuando ve un letrero empieza a ver su celular, está siguiendo indicaciones del GPS.

El camino por donde vamos parece estar lleno de nieve, pero no es un problema a la hora de aparcarse. Una linda cabaña es lo primero que veo al llegar.

—¿Dónde estamos?

—En Rieti.

Por eso no demoramos mucho al llegar, no está tan lejos de Pescara. Es miércoles, 23 de diciembre, son las tres y treinta de la tarde pero solo me apetece dormir. El clima es perfecto. Sin embargo, Agus y Valentina, quienes son los anfitriones, no tienen el mismo concepto.

—Hay seis habitaciones. Elijan la que quieran.

Eso se me había olvidado comentar. Soy el único que vino solo con su soledad. Todo el mundo anda en parejas, menos yo. Y Chris y Julio que compartirán habitación. Laura se había quedado con su familia porque pasarían navidad en Londres, con sus abuelos.

Así que veo como todos entran a las habitaciones a dejar sus cosas. Hago lo mismo pero ni siquiera me detengo a detallarla. Ya todos están caminando para salir de la casa por órdenes de Valentina.

—La navidad pasada nosotros estuvimos aquí.— señala a su novio.—Y la pasamos increíble, por lo que seremos los guías.— aplaude emocionada.—Necesitamos suministros y debemos ir al pueblo.

—Bien, regresemos a la camioneta.

Julio ajusta su abrigo y todos lo seguimos, solo que Valentina lo impide.

—La ruta para llegar al pueblo es maravillosa en esta época del año.

—No jodas, Vale, vamos a ir caminando.

—Igual hay que hacerlo para las actividades de mañana. Así que empiecen a seguirnos.

Hacemos caso y no es del todo feo.

La rubia tenía razón. El camino es increíble, pese a que este cubierto de nieve. Aunque eso hace que los árboles se vean preciosos, un contraste entre el blanco y marrón. Y son Lía, Montse y Karol las que tienen el espíritu navideño y contagian a todos cuando empiezan a cantar la canción de Rodolfo. Insisto que Lía ha pasado mucho tiempo con su amiga de Puerto Rico, ya que esa es otra canción en español que se sabe al revés y al derecho.

Little WishesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora