Capítulo 40.

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POV Adam

Antes de verlo lo siento, Kara toma la posesión del cuerpo de Sheila. Me doy cuenta de que no es Sheila porque se lanza a mis brazos para olfatear mi cuello. El calor del cuerpo de Sheila, tenerla tan cerca como lo he deseado desde hace ya unos días hace que mi temperatura se dispare.

–Aléjate, Kara –murmuro suavemente.

–No es eso lo que quieres, no es lo que quiere Cole –ronronea en mi cuello.

Un escalofrío me recorre de cabeza a pies. Mierda, esto no es bueno.

–Kara, da igual lo que yo quiera, sabes que sólo importa lo que Sheila quiere –digo intentando no pensar en la cercanía que tenemos.

Es inevitable que no me sienta absolutamente cómodo con Sheila rodeándome así, abrazándome con tanta fuerza, y sobre todo a solas.

–Kara, si no te alejas por pura voluntad, esto va a acabar mal –intento amenazarla, pero la verdad es que de ninguna de las maneras le haría nada, no a ella.

–Está bien –me gruñe y se aleja un poco de mí.

En ese momento siento la distancia que hay entre ambos, no es mucha, pero a la vez es demasiada. En la pequeña distancia veo las diferencias que hay entre Sheila y Kara, cambia la voz, la postura, y sobre todo cambia su carácter. Kara es desinhibida y muy dominante, como una alfa que marca su puesto, cuando Sheila es una chica tímida, que tiene rechazo o miedo a todo lo que le rodea.

–Me estas evaluado con la mirada –Kara se da la vuelta y fija su mirada en mí.

–Claro que sí, eres mi mate –admito sincero; –pero parece ser que tú te olvidas de que yo soy el Alfa aquí, Kara.

–Eres nuestro Alfa, pero yo también lo soy –su mirada me está recorriendo.

–Soy el alfa de ambas, y de toda la manada. Que ni se te pase por la mente pensar que puedes pasar por encima de mí –hablo con un tono duro que sólo provoca que se ría.

–Eres nuestro alfa, no nuestro padre. No voy a dejar que nos pases por encima –me gruñe.

–Kara, soy el alfa de una manada, esta discusión es estúpida. Entiende que no puedes estar por encima siempre –fijo mi mirada en sus ojos.

–Siempre podemos cambiar las posturas –entiendo el doble sentido de esa frase, y un gruñido escapa de mi garganta.

–Quiero que Sheila vuelva, ¡AHORA! –gruño enfadado.

Kara rueda los ojos y se deja caer al suelo. Me acerco a toda velocidad para evitar el golpe de Sheila contra el suelo, y cuando la tengo entre mis brazos, observo el gran cambio que hay entre ambas.

–Sheila, ¿estás bien? –pregunto preocupado.

–Sentí que Kara se hacía con el control de todo, perdona que no pudiese controlarla –habla con un tono triste.

–No te sientas mal, Sheila. No se puede intentar controlar a un alfa –digo sincero.

–¿Nunca podré controlarla? –hay miedo en su voz. Mierda.

–Podrás controlarla de alguna forma, aprenderás a vivir con ella, a dejarla salir cuando sea necesario y a tenerla en su sitio –digo sincero.

–¿Cómo? –su pregunta me rompe por dentro.

No le puedo explicar que su abuela es una loca que no quiere que ella se transforme por que así la puede tener controlada, aunque así le esté provocando un dolor a su loba que ya se está manifestando.

–Encontraremos la forma –murmuro.

Quiero ser absolutamente sincero con ella, pero no puedo. Quiero decirle que una vez que se transforme podrá canalizar así la energía de Kara. Pero sé que si se lo digo estaré poniendo en supremacía a su loba sobre su vampira o sobre su magia.

La guardiana (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora