Capítulo 16

2.1K 327 17
                                    

Pero el reconocer los fallos, no significaba que los dijera en voz alta ...

El refugiarse en sus aposentos no le iba a quitar la pena que llevaba dentro, bien que lo sabía. Como también sabía el hecho de que alargar las horas no la iba ayudar a no verlo; tarde o temprano lo iba a ver. Solo que la idea de estar cerca de su persona le producía hastío. Cuanto menos lo viera antes de la ceremonia, mejor para su paz mental y emocional.

 Ya no había más oportunidades de escapar porque se las había acabado. Además, había sido una gran egoísta, y no pensó en las consecuencias que podía haber traído con su huida, es decir, su tía Martha podía haber salido la más perjudicada de todo ello. Ahora, el ser consciente de la gravedad de lo que hubiera sido la situación no la llenó de orgullo. 

Ni siquiera el vestido, ya con los arreglos, le levantó el ánimo. Era precioso con la tela tan suave de satén. Pasó la mano por la tela sintiendo que aquel vestido no era para ella, al menos, para celebrar el momento más bonito y especial que merecía. La modista había hecho un gran trabajo, con lo cual, no podía odiar el vestido confeccionado con cariño y esmero por una persona que era ajena a sus circunstancias. No todos los días una dama iba a ser una marquesa.

Guardó un suspiro y  dejó a Phillipa que lo guardara en el armario. Justo en ese instante, percibió la presencia de Susan que la había estado observando desde el umbral.

— Dime que mi hermano no ha vuelto a hacer de las suyas.

No evitó hacer una mueca. No lo había visto desde la tarde, con lo cual había transcurrido unas horas, que ya se había acercado la noche y no bajó a cenar, convirtiéndose de nuevo en una cobarde. 

— Concreta qué no ha hecho — sus palabras le confirmaron su malestar —. No me hagas caso, Susan. Tu hermano y yo somos unos simples desconocidos que estamos aprendiendo a tolerarnos.

Ojalá, fueran desconocidos que apenas se pudieran tratar con el paso del tiempo. 

—  No debería ser así cuando dentro de unos días vais a ser mujer y marido. ¿Por esa razón fue la que te escapaste, Ari, porque no soportaste más la presión? 

No respondió, encerrándose al silencio.

— No hace falta que me respondas, lo sé. Mi hermano no se ha comportado como un caballero contigo. Le he dicho que estoy de tu parte que no me pareció justo lo que hizo.

— ¡Susan, es tu hermano!

— ¡Tú, mi amiga! — Ari esbozó una sonrisa al escucharla, pero fue fugaz—. Ari, ninguna mujer merece que unos días antes de la boda esté triste. Reconozco que me gusta la idea de tener una hermana, aunque ya lo eres para mí, pero... no me gusta que el casarte con mi hermano, te haga infeliz.

Ari la miró, impotente.

 ¿Cómo podía negarle una verdad dicha?

— Aun sí, todavía tengo la esperanza de que el matrimonio os ayude a limar asperezas. 

— ¿Crees eso? — no evitó hacer una mueca y levantarse del lecho —. ¿Cómo me voy a sentir cuando el sacerdote nos proclame marido y mujer cuando no siento que vaya a ser la mujer dichosa que todos creen que debería ser por ser marquesa? Le daría con todo mi gusto a cualquiera que quisiera estar en mi lugar; le daría mis vestidos, mis alhajas, todo... por cambiar mi lugar por el de otra persona.

Añadió más. 

— Pero no puedo porque... — se calló cuando se dio cuenta de que iba a mencionar a Elwes — podía ser peor. Tu hermano quiere que sea su esposa, así será.

— Ojalá, hubieran sido otras circunstancias.

Ella también lo hubiera deseado con cada lágrima, pero sabiendo que el corazón del marqués siempre iba a pertenecer a la esposa de Dabney, cualquier ilusión o esperanza murió en ese instante. El mismo instante que él dijo de casarse con ella porque su padre lo estipuló en el testamente y era la vía más fácil de acceder. Aún recordaba cómo se sintió, humillada. 

— No sé si lo llegaré apreciar algún día. Ahora estoy muy lejos de sentir un poco de aprecio o respeto por él.

Eran palabras muy duras. Pero las sentía; él le había quitado cualquier razón de ser feliz, o de ser amada por alguien que sí realmente la amaba, o al menos, la apreciaba, se preocupaba por ella y quería cuidarla. 

No como él. 

— Te entiendo, Ari.

¿Cómo la iba a entender si ella no se iba a atarse a un matrimonio sin amor?, se guardó la réplica mordiéndose el labio y apartó la mirada hacia el otro lado. Su mirada chocó con la visión de la puerta abierta, ¿no la había cerrado Susan?, se preguntó extrañada. Se acercó y la cerró. Podía ser un golpe de viento que la había abierto. A veces, había corrientes en los pasillos. 

Podía ser...

— Dejemos de pensar en mi boda, ¿cuéntame qué tal el paseo por Hyde Park con lord Lindsey? 

Las mejillas coloradas de su amiga la delataron, evidenciando que tal caballero no le era indiferente del todo, aunque en un principio parecía no interesarle. 

Al menos, alguien iba a ser feliz en un futuro, tragándose el nudo de envidia. 

Cuanto antes aceptara el suyo, quizás, fuera más llevadero.

No había más "quizás" en su vida. 

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora