Capítulo 7

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Escribo conforme la marcha. Si hay faltas, las corregiré en cuanto pueda 🙏🙏🙏

Vamos con el capítulo ▶▶▶▶

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Los malos entendidos si no se resuelven, crearán más...

No se fijó en la hora que marcaba el reloj de pie; estaba tan absorto en leer el correo pendiente y revisar los documentos, que le había señalado el administrador, que no se acordó de las horas de la comida. Cuando levantó la cabeza, notó el cuello tenso. Era evidente que había pasado más tiempo del que había imaginado; demasiado tiempo si ya era de noche y las velas estaban encendidas sin haberse percatado de ello. No evitó preguntarse mientras iba a rellenarse una copa, que ya antes había bebido, si fue el ajetreo lo que provocó la muerte de su padre. Un ataque al corazón podía haber sido producto de cualquier disgusto.

Como el suyo, hizo una mueca y bebió un trago, deslizándose en líquido ardiente por la garganta. Sonó un golpe de la puerta, indicándole que esperaba su permiso. 

— ¿Interrumpo?

Por el resquicio de la puerta, se asomó una cabeza conocida. Una sonrisa esbozó y, con un gesto de la mano, le señaló que pasara. De pronto, le invadió un olor rico que procedía de la bandeja que llevaba su hermana.

— ¿No lo podía haber traído un sirviente?

—  Puede, pero quería ver con mis propios ojos que no te escaquearas — Michael enarcó una ceja ante su insolencia; así era su hermana, no tenía pelos en la lengua  —. Espero que te guste; lo ha hecho la cocinera para ti: empanada de carne.

— Mi favorita — preparó la mesa que había enfrente de la chimenea; ya en el escritorio había bastantes cosas —. No me he dado cuenta cuanto la había echado de menos. 

— Por tus palabras, diría que has  pasado mucha hambre — Michael se dispuso a sentarse y Susan lo imitó también.

— No exactamente, pero no te encuentras los mismos platos que has comido en casa — se calló no porque tuviera hambre (la tenía) y quería comer; sino porque no quería entrar en detalles que le recordaran el exilio voluntario que había hecho —. No te preocupes, no he pasado hambre.

Susan asintió y se dio cuenta que su hermano no iba a hablar demasiado sobre su estancia en el extranjero. Ella sabía el porqué de ello, por la conversación de sus padres que pilló a hurtadillas. No se quiso imaginar lo duro que habría sido para él mantenerse lejos de la familia, si él quería tener lo que por derecho  de nacimiento le pertenecía. No podía culparle por haberse enamorado de Anne porque nadie mandaba sobre el amor o de quien se enamoraba; solo que no estuvo de acuerdo de cómo sucedió su "idilio". Nunca habló de ello con su hermano, y no estaba segura hasta qué punto él seguía pensando en ella, aunque ya estaba casada y no era una mujer libre. Observando que el ambiente se había vuelto a quedar en silencio, intentó romperlo con lo primero que se le ocurrió en la mente.

— Es curioso que hoy no has sido el único que no ha ido a reunirse con nosotros a cenar.

Su hermano no la interrumpió, sino que se centró en terminar su empanada. 

— Mamá estaba preguntándose si no había caído una enfermada extraña en la casa, pero luego se acordó de lo que posiblemente te estaba reteniendo aquí. No quiere que te excedes, y más en tu primer día de regreso. 

— No ha sido intencionado, Susan — guardó un suspiro y levantó la servilleta para limpiarse la boca —.  Se me ha pasado por completo el ir a comer; cuando he venido a darme cuenta, ya era de noche. He de acostumbrarme al horario de campo.

Se debía acostumbrar a muchas cosas. 

— Lo sé, solo decía que era curioso. Ari tampoco ha bajado al comedor, aquejándose de un dolor de cabeza.

Michael frunció el ceño al darse cuenta de que podía tener invitados en la casa y no se había acordado. En esa mañana, una señora que rondaba la misma edad que su madre le expresó sus condolencias en nombre de ella y de su sobrina, que no había podido bajar. Pero en ese momento, interesado en acabar cuanto antes con los formalismos, no pensó en ello.  

— ¿Ari?

Susan se le escapó una risa, que él enarcó una ceja.

— Ari es mi amiga de muchos años — al ver que no reaccionaba, ni con sorpresa o familiaridad sobre el detalle que había dado —. ¿No la recuerdas? 

— ¿La conozco?

— Oh, por Dios, Michael. En muchas ocasiones, su tía y ella han sido invitadas  y han pasado días aquí. Me sorprende que no te acuerdas de ella. Incluso, esta mañana has saludado a su tía. 

— No me fijé — se excusó —. ¿Por qué debería fijarme en ella si es tu amiga y no la mía?

— Es muy descortés decir eso sobre mi amiga — recalcó sus últimas palabras —. ¿Has acabado con tu plato?

Se encogió de hombros, restándole importancia que su hermana le quería dar. Aunque escuchándose a sí mismo, no habían sido unas palabras de un caballero educado y cortés. Masticó el último bocado de la empanada y dejó el plato vacío. 

— No te enfades, Susan.

— No estoy enfadada — pero parecía todo lo contrario cuando se levantó con la bandeja en sus manos —. Solo espero que tu comportamiento tan caballeroso no brilla por su ausencia cuando estemos todos presentes. No quería explicarles que a mi hermano le falta bastante sesera en su cabeza.

— ¿Así es cómo le hablas a tu hermano? — no estaba ofendido, le resultaba gracioso como su hermana defendía a la muchacha.

"Muchacha" que no había visto o creía no recordar. Un pensamiento cayó sobre él y torció la boca.

— Sí, así te hablo al no ser considerado con las personas que aprecio. 

— Susan, espera.

Pero la aludida lo ignoró, castigo que se había buscado por su falta de tacto. Michael cabeceó y se dijo quien fuera la amiga de Susan, no debería importarle.

Salvo que fuera ella.

Lo que explicaría el porqué estaba en su casa, pero no explicaba la razón de su presencia hace dos años en las escaleras y de su mortificación cuando la interrogó. 

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora