Un trozo

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Más sabe el diablo por viejo que por diablo

Con el empuje de sus labios, su cordura se hizo trizas.

Aunque quiso poner empeño en resistirse a su ataque, a esa calidez que la iba arrastrando, a esa marea que la iba envolviendo; no pudo detenerlo. Sus uñas se clavaron en la tela de su chaqueta. Lo intentó o creyó intentarlo, porque él continuaba con su saqueo a su boca, sin tener el menor atisbo de parar.

Debía, debía...

Sus pensamientos se deshicieron como su voluntad, y más, cuando abrió sus labios e introdujo su lengua dentro buscando la suya. No fue consciente si gimió o no; solo oía el tronar de sus latidos en sus oídos.

Unos golpes la ayudaron a no suplicarle, ni a entregarse. No por ahora, porque cuando el marqués se apartó, respiraba con agitación al igual que ella, que tuvo que apoyarse en la ventana para no caerse al suelo.

- ¡Un momento!

Era la cena que había encargado para que se la subieran. El olor de la buena comida se instaló en la habitación mientras ellos intentaron calmar sus respiraciones como el ansia de sus deseos que no se había apaciguado a pesar de que se habían separado.

Si no fuera porque el hambre había resurgido, quizás, habría acabado antes de tiempo sin pensar sobre el hecho que no habían llenado sus estómagos. Aunque en ese momento qué otra cosa podían hacer sino saciar sus instintos primitivos.

Ariadne no lo miró cuando se acercó a la mesa y se sentó nuevamente; las piernas le temblaban y sentía un nudo en el estómago.

En cambio, el hombre actuó como un caballero aparentando que lo ocurrido no le había afectado, o no había sucedido.

Era como si le quisiera mostrar un espejismo.

- Ya podemos comer - dijo como si el tema fuera ese, el de la comida y no de...

- Le dije que no me besara - si podía con que la conciencia estuviera más tranquila al decir aquello, se equivocó.

Su esposo parecía imperturbable ante tal reclamo de su parte; incluso, comiendo parecía no perder la calma.

- Solo especificó cuando estuviéramos en el lecho; no fuera de él.

¿Estaba jugando con ella?

- Mi deseo se aplica a cualquier hora y zona fuera del lecho.

¿Estaba perdiendo la razón?

Posiblemente, no quería perder más que la razón.

- Parecía no disgustada hace un rato. Come.

La comida dejó de apetecerle.

- Me abordó, ¿cómo creía que podía pararle?

El ruido de los cubiertos al dejarlos en el plato sonó. Sus ojos verdes ahondaron sobre ella, y tuvo que reunir todas sus fuerzas para no ser una cobarde. Le sostuvo la mirada como si, de repente, se hubiera convertido en una lucha.

- ¿Algo más?

Negó con la cabeza y dejó de mirarlo, desplazó su mirada hacia el plato que no había catado.

- Bien - su voz seguía imperando el momento -, quiero que se acerque.

Pestañeó confusa con su petición. ¿Acaso iba a reclamar sus derechos ahora? No supo qué hacer cuando no lo obedeció al segundo y le tendió una mano, reiterando su petición que se acercara.

¿Tenía que colaborar o rechazarlo?

No puedes negarte a él.

Aún sin que le desapareciera el temblor de sus piernas, se acercó, sin fiarse un pelo de él. Cuando se aproximó y unos milímetros tan solo la separaban de su cuerpo, este agarró su cintura y la sentó en su regazo.

Se iba a levantar, porque era vergonzoso.

- No es correcto - musitó con las mejillas ardiendo.

- Puede estar sentada sobre mí, no es inapropiado entre un hombre y una mujer.

¿Por qué lo tuvo que decir de esa forma ...?

Notó como sus manos se colocaban en la mesa y recogían otra vez los cubiertos, miró casi hiptonizada como movían los dedos y envolvían los mangos del cuchillo y tenedor, troceaba con pocos movimientos la carne asada.

¿Nunca se había fijado en sus manos? Podía... La boca se hizo agua al imaginárselo.

Se recordó que le había pedido que no la tocara. Nerviosa se puso lo más lejos de él, casi al filo de sus rodillas, tiesa como un palo.

- Se va a caer - como una niña se tratara, la acomodó en su regazo, notando un bulto que nadie mencionó -. Abre la boca.

Por un momento, no supo qué le estaba diciendo hasta que sintió la carne empujada a sus labios.

- No soy una niña - masculló entre dientes.

- No lo sea y come.

Le obedeció por el simple hecho de que ya la situación era más humillante de lo que ya creía, sin embargo, el trozo de carne le supo a gloria y... un escalofrío la recorrió; el cuello de su vestido fue apartado para que...

¡Ay, Dios!

Una caricia hizo estragos a sus sentidos, alterándolos por completo. Una caricia... Áspera y húmeda.

Lo miró atónita y este, regocijado, por su hazaña.

- No ha sido un beso.

¡Avergonzada, se cubrió la zona que le latía con su mano! La había lamido como un gato.

- Además - sin mucha resistencia, le apartó la mano de su cuello, donde se acercó nuevamente y se lo sopló con su aliento, transmitiéndole pequeños escalofríos -, no me ha especificado dónde no quiere que la bese.

Lo llevó a la práctica; besó su cuello, haciéndola sentir arcilla.

- No...

Su negativa murió en sus labios, y más cuando no pudo retrasar el momento. No hubo marcha atrás.

Se pusieron en pie, sin pedirle permiso, la alzó en sus brazos.

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora