Capítulo 28

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El silencio podía ser el principal de los sospechosos. 

Parecía como una tregua se había instalado en sus vidas sin que esta hubiera tocado a sus puertas para pedir quedarse. A raíz de lo ocurrido en la biblioteca, era como si ambos hubieran dejado las espadas alzadas y se entregaban a la cordialidad. Un respiro que no fueron conscientes de que lo necesitaban, pero que apenas podía cubrir la tensión que permanecía entre ellos como de una cuerda invisible se tratara y los ataba. O sencillamente lo querían ignorar.

Cada uno se entregó a sus quehaceres o pasatiempos para ocupar su tiempo, ya que este transcurría con tranquilidad en el campo sin el acelero de ir a un baile o la presión de recibir invitados en su hogar, aunque no estaban ansiosos de recibirlos, por ahora. Era evidente que nadie podía molestarlos ya que estaban recién casados y  necesitaban su tiempo juntos; tiempo que les sobraba. 

Ariadne en su cuarta tarde en Devonshire decidió de dar una vuelta por los alrededores de la casa, paseando con la compañía única de Phillipa que al menos le daba conversación, alejándola de esos pensamientos que querían ensañarse con ella, ya que la noche anterior tampoco la visitó su esposo. No creyó que el cansancio fuera otra vez el motivo de mantenerse lejos de su alcoba. Bien cierto era que no le había preguntado por ello. Sería demasiado osado de su parte preguntarle por ello, y más, cuando había proclamado su rechazo sobre el momento de intimar. Otra posibilidad era la que le quemaba y no quería pronunciar. Aunque esto último era poco probable porque él había permanecido en la casa sin salir, salvo por los paseos matutinos que él hacía cada mañana, ya que el tercer día que estuvo se dio cuenta de que su ventana pegaba hacia la parte trasera donde le ofrecía una visión de las caballerizas.  No estaba mucho tiempo afuera.

Por una razón u otra, todas la habían llevado a que no quería estar cerca de ella, aunque pudiera ser que lo hubiera inducido a ello con su poco interés en ello. Ojalá, sus pensamientos no estuvieran plegados por sus caricias y besos vehementes. Llegaron a la parte trasera donde las criadas estaban colgando la ropa. El olor a fresco les llegó y le encantó sentirlo. Le recordó mucho cuando estaba con su tía y ella revoleteaba entre las sábanas frescas y limpias. 

— Milady, podemos seguir por otro lado.

Se quedó un rato más sin responderle todavía. Oyeron de fondo un llanto lastimero, que otra persona se hubiera horrorizado al oírlo, pero no para Ariadne que siguió el sonido. No tenía conocimiento que hubiera un bebé entre las filas. Una joven rolliza sostenía a un bebé que estaba sonrojado por el esfuerzo de llorar. 

— Milady — la criada demostró cierta timidez —. Lo siento mucho, Hugh no es un bebé llorón. Se le pasará.

Alzó una mano para que no se disculpara, y para su sorpresa no detuvo sus propias palabras que le nacieron desde dentro.

— ¿Me permite?

Entendió la reticencia de la joven madre ya que ella no había tenido un bebé, pero no podía negarse a su petición.

— Me podría decir cómo sujetarlo.

Más de una paró en lo que estaba haciendo para ver como la marquesa sostenía un bebé de una criada. Ariadna no le importó, es más cuando tomó el pequeño cuerpecito tembloroso en sus manos se centró en él, y como un ser tan pequeño podía hacer que el mundo se detuviera en unos segundos. Ella misma se lo acercó y lo meció suavemente, fue con él hasta dar unos pasos y hablarle de lo afortunado que era nacer allí, en Devonshire. 

— Tiene mano de santo para los niños — se atrevió a decir una que no identificó la dueña de esa voz. 

Muy dentro deseó que fuera así. No supo cuánto había deseado sentir ser madre, no porque era su deber y tenía que cumplirlo sí o sí, sino porque deseaba ser madre y tenerlos. La idea de tener un hijo del marqués y suyo no fue tan horrible como antes. Una lágrima se limpió y le sonrió al bebé que no perdió detalle de sus facciones, hasta hizo burbujas.

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora