El amor es un salto al vacío
Ariadne no despegó su mirada de la ventana. No era porque hubiera algo extraordinario que había captado su atención. No. Afuera había caído la noche y no se podía ver nada en ese manto oscuro. Ni hubo luna con que iluminara el camino.
Intentaba hallar una respuesta para tener la seguridad de que no se iba a equivocar, pero... ¿acaso el amor era una apuesta segura? Apoyó su frente en el frío cristal, apenas podía notar la superficie helada cuando su corazón aleteaba como un colibrí en su primer vuelo.
Sus palabras amorosas aún la arrullaban, la mecían con su calidez sin todavía dar el paso. Guardó un suspiro. ¿A qué tenía miedo? Ya lo había sentido más de una vez; y aquella mañana había sido como la tierra deslizarse sobre sus pies y no tener un apoyo con el cual sostenerse. Creía caer, caer hasta romperse otra vez. Sin embargo, no cayó porque él finalmente la sostuvo.
Aún, con fuego, recordaba su vehemente abrazo y su declaración.
Vamos, Ari, ¿a qué temes?
Deslizó la mirada hacia la cama vacía. Se había despedido de su marido hacía unas horas, diciéndole que necesitaba tiempo y espacio. Pero ya no los necesitaba. En los días que había estado con él, se había sentido dichosa y... Amada.
¿Qué más pruebas necesitaba?
Antes de responderse, notó un ligero toque en la puerta. Por unos segundos creyó que era él, sin embargo, la aparición de su doncella dejó la otra opción fuera. Intentó que no la embargara la desilusión.
- Adelante, puedes pasar.
- ¿Tiene un momento, milady? Me gustaría hablar de un asunto delicado.
Percibió su nerviosismo, ¿qué era lo que le preocupaba?
- Claro - no era una hora habitual para conversar, aún así, le señaló con la mano que se sentara -. De qué querías hablarme.
- Posiblemente cuando le cuente esto, pierda su confianza en mi persona. Lo comprendería, si decide prescindir de mis servicios.
- Por favor, Phillipa, suelta lo que tengas que decirme.
- El señor nunca tuvo intención de quedar con la señora Dabney
Ariadne se tensó al escuchar dicho apellido.
- ¿Se lo ha contado mi esposo?
- No, no. Fui testigo de vuestra llegada, milady. Tanto el rostro de él como el suyo no auguraban nada bueno. No me ha dicho una palabra. Solo que... la señora Dabney me escribió una carta diciéndome que os había visto pelear. Quiero aclararle que el señor nunca tuvo intención de quedar con ella, milady.
- No lo comprendo, ¿por qué iba a contactar contigo y a preguntar sobre...?
- Os lo hubiera contado antes, pero nunca sospeché que llegaría tan lejos con sus intenciones.
-¿Qué intenciones? - no hizo falta decirlo, aunque insistió en ello.
- En separarlos.
Ariadne se levantó angustiada.
- Dime por favor que no le ha respondido.
- No, milady. Mi lealtad se debe a usted y a la felicidad con su marido - fue hasta ella y la cogió de sus manos -. Me puede despedir, si quiere. Anne ha sido mi amiga - Ariadne se quedó desencajada con la información -, pero no tolero, ni apoyo sus acciones, milady. Tampoco, apoyo las injusticias. Si estuvo allí era porque quería crear distancia entre mis señores.
Ariadne apartó sus manos y la miró desconcertada.
- Phillipa, le pediría que se marchara.
- Recogeré mis cosas - abatida bajó los hombros. Lo había intentado al menos.
- No, no le he dicho que empaque. Mañana hablaremos - la mirada de la joven se iluminó al tener una pequeña esperanza de quedarse -. No está bien que me haya ocultado su amistad con la señora... Dabney, pero no quita que en este momento haya sido sincera conmigo. Por favor, déjame sola.
No había nada que pensar, se dijo. Bastante le había dado juego a Anne para que esta creyera que había obtenido una pequeña victoria. Antes de que su doncella hubiera entrado para darle dicha confesión, había tomado una decisión clara.
No debía perder más el tiempo.
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Porque no soy ella (BORRADOR)
Historical FictionSin sinopsis por ahora. Un borrador sin mucha importancia.