Capítulo 21 (breve)

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Ya entendía el porqué de los cuchicheos y susurros exaltados de ciertas damas...

Quedaba tan poco para llegar a Devonshire, que la añoranza de haber estado un año fuera y la ilusión de recorrer nuevamente los extensos campos verdes fueron opacados por otros sentimientos inesperados, sentimientos provocados por la noche compartida con su marido. 

Apoyó la frente en la ventana sin realmente disfrutar del paisaje. Al menos, Highwood le había dado el espacio y tiempo para asimilar lo ocurrido y no tenía que aguantar su presencia yendo a a la montura de su caballo , ¿pero cómo podía si, aunque estuviera lejos, permanecía en sus pensamientos, anclado con fuerza? Deslizó su mirada hacia el interior del carruaje y un peso de algo inexistente se instaló en su estómago, como una mezcla de necesidad y vacío. 

¿Cómo podía enfrentarlo si no podía olvidar la noche vivida?

 Cerró los ojos y dejó escapar un gimoteo estrangulado mientras los recuerdos la invadieron y las sensaciones regresaron a ella con ímpetu, con el arrollo de su perseverancia y constancia porque fue muy persuasivo hasta que la hizo romper en mil pedazos, una y otra vez. No la besó, ni la tocó como... ella le pidió haciéndole saber que había otras partes de su cuerpo sensibles a su contacto incendiario. Ni siquiera el dolor que sintió cuando se adentró en su feminidad, rompiendo el himen de su virginidad empañó las otras sensaciones que la habían tenido al filo del precipicio. 

— Basta, Ariadne. No es para tanto — se regañó a sí misma —. No es para perder la cabeza.

 Pero se encontró con un problema. 

Nunca había sentido aquello, ahora que lo había sentido de buena mano, precisamente por la de su marido, no se le podía quitar el ansia de querer revivirlo. Si tan solo fuera un poco, quizás, tan solo... no estaría en ese estado de privación. 

— Ariadne, recuerda que la virtud no está en el pecado.

Además, no iba a suplicarle. Jamás, se rebajaría a pedirle. 

¡Ni una migaja!

Abstraída en sus caóticos pensamientos, no se fijó cuando el carruaje y los caballos se detuvieron. ¡Habían llegado! Tal como lo recordaba, la mansión seguía en perfectas condiciones, magnífica como un pequeño castillo. Aunque su último recuerdo fue amargo, no podía evitar la emoción de regresar al lugar que tenía cariño y nostalgia. Un año para ella había sido mucho tiempo. Había echado mucho de menos estar allí. 

 La puerta del carruaje, se abrió, ahí estaba Highwood a la espera de que bajara. Verlo fue como un golpe a su estómago, e intentó recuperar la compostura, la misma que él estaba demostrando, dejándola fuera de sus pensamientos. Poco hablaron tras la noche consumada. Casi pudo jurar que se había casado con el hombre de hielo, si no fuera porque la había hecho arder con sus caricias y su persuasión.

— Bienvenida de nuevo a Devonshire — sus palabras formuladas por la mera formalidad de la situación la atrajeron a la realidad, la realidad que nunca había cambiado, ni por una noche. 

Bajó con la inesperada ayuda de su esposo, que aunque quiso mantenerse con esa fachada de indiferencia; sus ojos le señalaron lo contrario, provocando en ella confusión y el caos en su interior. 

¿Tenía enfrente de ella a un lobo con piel de cordero?

La aparición del personal la ayudó a no pensar sobre ello, aunque podía notar su mirada fija en ella. Agradeció muchísimo en silencio las instrucciones y lecciones recibidas, porque echó mano de ellas y se sujetó a estas como si fueran  su tabla de salvavidas para no perder la compostura y mantenerse firme a no dejarse llevar por sus sentimientos, demostrándole que podía ser la marquesa que había pedido.

Sencillamente, la marquesa Highwood. 


Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora