Parecía que el aire se había vuelto gélido, el cielo se había puesto taciturno, pero no fue así. Era él. El helor permaneció en el interior de su cuerpo al comprender el mal entendido que se había creído su esposa al ver la presencia de Anne.
- No es lo que piensas, Ariadne - volteó rápidamente la cabeza para que no se fuera, ni huyera -. Es la primera vez que aparece, te lo juro. No me he encontrado con ella antes, ni la he citado para que viniera.
Ariadne cerró fuertemente sus párpados mientras el helor punzaba en su corazón.
- ¡No hay nada entre ella y yo!
- No sé si me estás mintiendo o no - retrocedió unos pasos antes de girar sobre sus pies y dirigirse hacia su caballo, rendida -. Quiero volver a casa.
- Espera, te acompañaré.
No iba a dejarla sola, no cuando estaba creyendo lo peor de él. El detalle del cuadro se había convertido en una nimiedad ahora cuando sentía que había un océano invisible que los separaba.
- ¡No! Quédate con ella, es lo que estás deseando.
Su voz rota por la decepción lo apuñaló. Herido, se acercó a ella, no respetó su demanda porque no quería hacerlo. No quería ir tras de Anne, aunque se merecía un escarmiento. Porque él no la había citado para que apareciera y lo echara todo a perder. ¿Qué era lo que no había entenido, si le había pedido no volver a verla? Su aparición allí, al límite de sus terrenos, le había causado un mayor daño si cabe en su matrimonio, en la mujer que amaba.
- No me pides que te deje.
La joven emitió un impotente sollozo que le contrajo la garganta. No dudó en agachar la cabeza y aplastar sus labios sobre los de ella. Sintió su rechazo de inmediato, aún así, no disminuyó su insistencia. La besó, queriendo transmitirle su verdad.
- ¿Cuándo vas a comprender que la única mujer a quien amo eres tú?
Sus palabras la envolvieron, pero no llegaron a ella, entumecida por la sorpresa y su declaración. Cabeceó y su intento de apartarlo, le hizo añicos.
- No sé si creerte.
Esta vez la dejó marchar, sintiéndose por primera vez en la vida derrotado. Los cascos de su caballo le advirtieron su distanciamiento. Miró por encima de su hombro, y Anne seguía en el mismo lugar, con la mirada decepcionada. Poco le importó su decepción, regresó a su montura e intentó llevar un paso tranquilo, aunque lo quería realmente era a atrapar a su mujer. Ignoró Anne, haciéndole ver que ya había elegido.
Había elegido permanecer a lado de su esposa. Solo rezaba que cuando la alcanzara, no lo echara de su lado. Espoleó su montura y fue tras ella.
***
No se fue demasiado lejos porque cuando terminó de llegar las caballerizas, su esposa seguía allí, acariciando el pelaje del animal. Titubeó a lo primero, pero más decidido que nunca, se acercó a ella cuando la escuchó.
- Hace unos tres años, te vi aquí con ella.
No supo qué le estaba hablando hasta que le dio más detalles.
- Tu hermana me llevó hasta las caballerizas para ver una camada de gatitos que había nacido. Aún puedo recordarlo, cuando os escuchamos a ti y a la señora Dabney, que para aquel entonces, no estaba casada. Era más que la señorita Sinclair - Michael entendió entonces que no fue por petición de su padre el haberle espiado; se sintió retorcidamente mal -. Pero no era la primera vez, me dijo tu hermana.
Le partió el alma cuando atisbó una lágrima en su mejilla.
- No lo quise creer y no era porque ella estaba comprometida con tu primo. ¡Qué deslealtad hacia la familia! - Michael no la detuvo, se merecía cada palabra suya -. No fue por eso, sino porque me rompió el corazón a veros retozar como dos despreocupados y enamorados.
¿La había escuchado bien?
Se llevó las manos a la cabeza al sentir que alguien lo había golpeado y se había quedado sin aire.
Sí, la había escuchado bien.
- No te sientes mal, nunca lo supiste. Tampoco, supo que me lo rompió otra vez en esa noche cuando me acusó fríamente de ser cómplice de su padre.
Avanzó un paso hacia ella, que lo intentó detener con una mano.
- ¿Y ahora quieres que me crea que entre tú y Anne no hay nada?
No pudo hacer otra cosa que arrodillarse a sus pies. Ari movió la cabeza y le instó a que se pusiera en pie.
- No sabes cuánto lo lamento, Ariadne.
Al sentirla que se agachaba para estar a su altura, sintió que su alma se resquebrajaba. No podía perderla.
- Si pudiera retroceder y cambiar mi actitud en ese día, lo haría con los ojos cerrados. Te hice ver como si fueras mi enemiga cuando lo que hacías era quererme en silencio. ¿Cómo puedo curarte de las heridas que te dejé? ¿Cómo puedo demostrarte que lo de Anne es historia pasada y tú eres mi presente?
Alzó la mirada hacia ella que estaba en los pozos de la tristeza.
- No lo sé.
Michael se negó a rendirse, así que tiró de su mano para atraerla a su cuerpo. La abrazó sin tener la menor intención de dejarla marchar. Le depositó un beso lleno de sentimientos en su sien.
- No me importa si hoy no me crees, lo intentaré mañana. Si mañana sigues sin creerme, no te abandonaré. Ni mañana, ni otro día porque te amo. Te amo, mi valiente Ariadne.
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Porque no soy ella (BORRADOR)
Ficción históricaSin sinopsis por ahora. Un borrador sin mucha importancia.