La prudencia está infravalorada.
No había organizado algún plan para declararse. Podía haberlo hecho; un hombre romántico hasta había trazado el mínimo detalle como regalarle flores o dulces para embellecer el momento. Sin embargo, no lo hizo. Había decidido dejarse llevar por la intuición.
Sí, dejarse llevar.
Así que, a la mañana que amaneció tranquila sin ningún atisbo de que lloviera y desayunando juntos, le propuso si quería dar un paseo con él. Ciertamente, había tenido la rutina de montar él solo; aunque aquella mañana quería cambiar las cosas y hacerle también partícipe de sus aficiones. Estaba nervioso y eufórico cuando la vio aceptar su invitación, un tanto atípica porque antes no lo había hecho. Esperaba que con ello fuera la señal que necesitaba para dar el paso.
Ariadne no podía sospechar la intención de su esposo, ni se imaginó mucho menos que quería declararse. Estaba ella absorta en sus pensamientos porque aquella mañana se había levantado extraña consigo misma, y más cuando se percató de que llevaba un retraso respecto a sus días del periodo. No estaba segura si aquello significaba que iba a tener un bebé porque había escuchado que había mujeres que eran irregulares en su periodo, y ella era una más de su grupo. Así que intentó relajarse y esperar a ver si sentía algún síntoma que pudiera aclararle si estaba encinta o no. No quería crearse falsas ilusiones. Cuando estuviera segura, se lo diría a su marido, aunque no sabía cómo se lo tomaría y si con ello acabaría con la vida conyugal. Ojalá que no. Se había creado un vínculo especial entre ellos durante esos días, que rezaba que no fuera producto de sus deseos. Por ello, aceptó de buena gana dar ese paseo con él. Le quería demostrar que también podía ser una buena compañera, y podía confiar en ella.
Hablaron durante el paseo, como si no se hubieran visto en mucho tiempo, y se contaban de todo menos lo que ocupaban en sus corazones. La mañana era algo fresca, pero no fría, lo que hacía que fuera un paseo apacible y cómodo.
- ¿Dejamos los caballos y caminamos un poco?
Buscaron un lugar para atar los caballos y estos no se fueran lejos. Michael se encargó de bajar a su esposa de su montura, provocando que se deslizara deliciosamente sobre su cuerpo. Carraspeó y más al ver el sonrojo de sus mejillas. No era el único. Le extendió el brazo a ella para que lo aceptara. Fueron caminando por los extensos terrenos de su familia.
- ¿Te habrá sorprendido mi invitación?
- Un poco sí, normalmente montas tú solo. No me malinterpretes, no quería que sonara...
- Es cierto - no se excusó -. Me gusta montar y sentir el aire en mi cara. Aunque, el hacerlo solo, no me hace sentir del todo pleno.
¿Qué quería decir?, se preguntó Ariadne con el corazón latiendo con fuerza.
- Me he dado cuenta que me gusta mucho tu compañía - añadió con el pecho ardiéndole -. No solamente en la cama, aunque me gusta que estés en ella, también.
Le estaba siendo difícil, pero no por ello dejó de intentarlo.
- Michael...
- Déjame terminar, por favor - se detuvieron y le agarró suavemente sus manos entre las suyas -. Posiblemente, no sea el hombre más romántico de este mundo, ni esté usando las palabras correctas, pero quiero decirte que...
No se calló porque estaba a falta de palabras, sino porque observó la repentina palidez de Ariadne, que intentó apartar sus manos.
- ¿Qué te ocurre?
Un helor recorrió por su espalda al ver que los ojos de la mujer que amaba se anegaron de lágrimas.
- ¿Esto lo tenías planeado?
- Sí... ¡No! - intentó retenerla pero no pudo -. Ariadne, escúchame.
- ¡No! No te voy a escuchar - se apartó de él dándole un empujón con las manos. -. Ahora entiendo porque paseabas solo cada mañana. ¿Era para estar con ella? No quería creerlo, confié en ti.
Su ataque fue como echarle agua helada. Retrocedió un paso, aturdido. No era verdad, pero por desgracia, al echar la mirada hacia atrás, vio que había una persona que no había esperado que estuviera.
A unos pasos de la cerca, estaba Anne.
Lo había condenado con su presencia.
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Porque no soy ella (BORRADOR)
Ficción históricaSin sinopsis por ahora. Un borrador sin mucha importancia.