Otro trozo

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Darle la razón no es para complacerle.

La cabeza le daba vueltas o era ella quien giraba. De alguna manera, pudo mantenerse en pie y enfocar la mirada como un animalillo nocturno que salía a pleno día. Incluso, la luz de las velas le irritaba.

Estaba en un amplio dormitorio, que no se acordó cuándo llegó a poner un pie allí. Probablemente, había bebido de más. Tenía que darle la razón a su esposo en cuanto al licor que había ingerido y no había llevado la cuenta con cada copa que tomaba y dejaba vacía, pillándole el gusto al cosquilleo que burbujeaba en su interior.

Cedió a echarse sobre lecho ya que creía que iba a caer al suelo, el suave colchón la acogió, sin saber mucho qué hacer allí. ¿Por qué debía estar despierta? Cuando podía dormir.

Su noche de bodas.

Era su noche de bodas, pero su esposo aún no había llegado. Incluso, había despechado hacía un rato a Phillipa porque no necesitaba más de sus servicios. Necesitaba descansar; ella, también.

Ya la cabeza no le daba vueltas, sino un peso cayó en su pecho. ¿Qué iba a hacer cuando llegara? ¿Ser solícita? ¿Negarle su derecho?

Las preguntas no la ayudaron en nada, creándole desasosiego a su paso. Se hizo a un lado, tumbándose de costado en la cama y cerrando los ojos. No durmió o eso creyó porque se asumió en un duermevela que apenas se percató del hundimiento en el colchón, a su lado. Ni su nombre en un susurro, perdiéndose este en la lejanía de la noche.

Ariadne.

No tuvo voluntad suficiente de responderle, estaba rendida. Notó como una caricia en su sien, sí como un toque, suave y tierno.

¿Michael, tierno?

No pensó, porque todo el agotamiento emocional acumulado hizo mella en ella.

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora