Capítulo 29 (breve)

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Las dudas no son buenas amigas de la confianza. 

¿Cómo podía ser que hubiera sucumbido tan rápido? ¿Acaso no se acordó de su juramento? No fue liviano su despertar. La soledad de aquella mañana, ya que su marido se marchó (no supo decir si a lo largo de la madrugada o al despuntar el alba; estaba profundamente dormida tras la sesión marital), le hizo ser consciente de que anoche había sido una completa inconsciente y se había dejado llevar por los besos tórridos de su esposo. No podía ser injusta con él y hacerle como único partícipe de su insensatez.  Podía alegar que ayer la pilló sobrepasada por unos sentimientos que no estuvo preparada a sentir. Podía alegar que el miedo al creer que él había tenido un hijo con aquella mujer perforó sus entrañas, empujándola al dolor y resquemor de volver a sentirlo. Sin embargo, él lo negó con esa intensidad que la aturrulló y la dejó pérdida consigo misma. 

Miró por la ventana, poco a poco iba saliendo el sol, aunque tímido con las nubes.

 Lo sintió sincero en cuanto a sus palabras y... besos. ¿Qué podía hacer si continuaba con ese ataque, que sin premeditación, la doblegaba a ese deseo que la hacía sentir extraña y viva a la vez. Nunca había conocido esa pasión, nunca la había esperado sentirla a su lado. 

¿Qué podía hacer?, se preguntó nuevamente, contrita consigo misma.

Oyó de fondo, el relincho del caballo. Otra vez había salido a cabalgar,  pensó. Sin verlo, podía imaginárselo montado en su caballo. Se giró inquieta, sintiendo el tacto de las sábanas sobre su piel desnuda y sensible. Era otro día que amanecía, con más recuerdos que otro día que había transcurrido. Lo que no podía hacer era quedarse todo el día encerrada allí. Llamó a Phillipa para pedir un baño.

 Intentaría despejarse y no pensar mucho en él, aunque cada gesto que hacía, cada latido, cada movimiento de su cuerpo... la llevaban a su recuerdo, a lo que hicieron. Ignoró la cama y las sábanas deshechas, le dio la espalda como si eso pudiera hacer que lo olvidara. No lo olvidó. Intentó que el bochorno no la dominara, ni cuando entró su doncella, esperando cualquier palabra que le dijera. Ayer no la llamó, con lo cual, se imaginaría al igual que el resto de empleados lo que estuvieron haciendo. 

— Necesitaría un baño, por favor. 

No le preguntó, siendo discreta. Ni el baño fue tan reparador como se imaginó, y se entretuvo más tiempo de lo que hubo pensado, hasta que su piel se convirtió en una arrugada pasa. No podía desatender sus responsabilidades como marquesa, y aunque  la idea de volver a la cama le parecía tan tentadora, decidió salir de la habitación, haciendo caso omiso al aleteo constante que la embargó ante la posibilidad de verlo.

Ariadne, olvídalo. 

Él no siente lo mismo que tú.

Acuérdate que cuando eras más que una chiquilla tontuela, no reparó en tu presencia. Nunca lo hizo, hasta que te cruzaste en su camino. Lo que viviste anoche con él, no es señal de que te ame, ni suspire por ti. No olvides que un hombre puede tener a dos mujeres a la vez: en el pensamiento y en la cama. 

Y el placer de la carne no llega a tocar al corazón de un hombre.

Su ánimo cayó al suelo cuando en ningún momento del día reapareció por la casa. Una única nota entregada por uno de los criados, le informó que estaría fuera, en los dominios del marquesado para hablar con los arrendatarios.

¿La estaba evitando?

No pudo detener que sus miedos se ensañaran con ella. 

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora