Capítulo 9 (breve)

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Era mejor vivir en la pura ignorancia... 

No podía recordar el lugar más gélido que había estado hasta ese momento cuando entró en la biblioteca con la familia Highwood presente. Hasta su amiga se sorprendió por su presencia allí.  Hizo un gran esfuerzo para no mirar al marqués y, entrar, con paso inadvertido en la estancia. Pero fue imposible cuando esperaban su llegada para comenzar. 

— Muy bien, señorita Stinger, la estábamos esperando. Entonces, ya estamos todos para proceder con la lectura. Veamos — el abogado Boots se ajustó las gafas para ver mejor y leer la pila de papeleo que llevaba en las manos —. Su excelentísima, el marqués John Charles Highwood, esposo de... 

En su mente, se imaginó que su presencia se debía a que el antiguo marqués le había legado su colección de libros. ¿Qué otra razón podía ser? Su amiga le hizo un gesto para que se sentara a su lado que ella negó con la cabeza, manteniéndose en su sitio, en una silla que estaba al fondo sin que tuviera a nadie a su alrededor. No era plan acercarse cuando no sabía cómo iba a reaccionar su hermano.

¿Estaba exagerando?

Posiblemente. Quizás,  le era indiferente y se estaba montando una gran historia en su cabeza. No le fue difícil localizarlo ya que estaba enfrente de ella, dándole de espalda. Recto e impecable en su postura. 

Ni cuando había entrado, había hecho el buen gesto de saludarlo. Estaba nerviosa e inquieta. Conforme iba diciendo nombres que habían tenido la fortuna de recibir algo del fallecido y no decía el suyo, estaba buscando alguna salida para salir. 

A lo mejor, lo que respectaba a ella era insignificante. Unas palabras de agradecimiento y eso era todo. Si era así, podía estarle eternamente agradecida, no sabía cómo luego responder si recibía un bien o algo material que no creía merecedor pese a los años de amistad que la unían con su familia.

No se percató que tampoco había dicho el nombre de su hijo, que este estaba frunciendo el ceño hasta cuando dijo su nombre y comenzó el caos.

— Para mi primogénito e hijo, Michael Highwood Fiftwilliam, le lego la casa de Londres, la mansión de Devonshire junto con las propiedades de sus antecesores que por derecho de nacimiento le pertenecen. Más los bienes, el título nobiliario y responsabilidades que debe ejercer una vez que fallezca —  hizo una pausa que ya fue señal que había una contra disposición de lo estipulado —. No obstante, dicho legado será un hecho factible cuando demuestre que sea merecedor del marquesado y se despose dentro de tres meses.

Un silencio sepulcral se instaló en el ambiente y Ariadne quiso irse de inmediato. No estaba bien presenciar aquello. No era su asunto, aunque sintió un nudo en el estómago.

El implicado carraspeó audiblemente y miró al abogado.

— Debe haber un error, mi padre no habría planeado el que me casara para... — un sudor frío se deslizó por su espalda al recordar su última conversación —. Es un error.

— Milord, su padre estaba perfectamente y contó con las plenas facultades cuando hizo el testamento. Además, milady, su señora madre, fue uno de los testigos y puso su firma. 

No hizo falta añadir la mirada que clavó en la aludida, que se mantuvo estoica e imperturbable.

— ¿Lo sabías?

— Todavía no hemos acabado, milord.

— ¡Fantástico! Sencillamente fantástico — se sentó nuevamente, con el cuerpo notablemente tenso.

El ambiente ya no era gélido; era lo siguiente. 

— Si para el plazo expira antes de que haya una nueva marquesa, y no aceptas la que considero apta y adecuada para el puesto, tales propiedades y bienes se irán para el siguiente varón que hay en la línea de sucesión. 

— ¡Esto es inadmisible! Mi propio padre poniéndome la zancadilla hasta el último segundo y mandando sobre mi vida. No le fue suficiente que me marchara de mi casa para respetar sus deseos. 

— Hijo, por favor — le suplicó su madre, sabía que el haberlo mantenido en secreto había sido una traición para su hijo, pero debía entender que su padre había desconfiando de su regreso, de su intención cuando volviera. 

— ¿Me pides que me calme cuando me entero que he de casarme? Si no me caso, pierdo todos mis derechos — no se pronunció el resto de los presentes, esperando que las aguas se calmaran, no iba a ser que la situación se tornara más violenta de lo que era —. Bien, ¿se puede saber cuál ha sido la elegida de mi padre para que sea mi futura marquesa? Como comprenderá no tengo mucho tiempo de margen y he de sospesar mis opciones.

Ariadne, de pronto, rezó y deseó que no se mencionara su nombre. Apretó las manos en su regazo y cerró los ojos con fuerza.

Por favor, que no sea yo. 

No sea yo. 

Su razón fuera una colección de libros. 

Sin embargo, su corazón se le paralizó al escuchar con claridad:

— Considero una perfecta candidata a la señorita, Ariadne Stinger, para ser la futura marquesa Highwood.

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora