Capítulo 3

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Dos años después.

No había nada extraño en los días de lluvia y más en un lugar lluvioso y gris. No parecía indicar, tampoco, que en dos años ocurrieran grandes acontecimientos en la apacible calma de Devonshire cuando el nacimiento y la muerte eran dos momentos normales del ciclo de la vida. Sin embargo, la muerte del marqués Highwood fue notoria para los lugareños, sobre todo, para sus familiares y amigos del fallecido. Por desgracia, no se pudo hacer nada cuando cayó fulminado al suelo. Fulminante. En el acto sin un segundo de haber tenido otra oportunidad de vivir. Sin una despedida de sus seres queridos.

Un ataque al corazón, le dijeron a la viuda que lloró desconsolada por la muerte de su marido,  con la compañía de su servidumbre e hija que quedaron devastados. La ausencia del futuro marqués se hizo evidente en los siguientes días como el espesor de las nubes grises del cielo, cargadas de agua para dejar caer en la tierra, importando bien que el ánimo decayera.

Enviaron una nota para requerir su presencia ya que tanto su madre como su hermana lo necesitaban pese a que no estaban solas y desamparadas.

Los familiares los acompañaron pese a que había pasado el velatorio y el entierro. Faltó a que se leyera la lectura del testamento, pero no se leería hasta que estuvieran todos los presentes en el acto.

Susan agradeció la presencia de su amiga, que la acompañó en todo momento.

- Michael no llega. No sabemos cuándo se dignará hacer acto de presencia. A veces pienso que lo está haciendo a posta - se le escapó un sollozo -. Perdón, lloro con solo respirar.

- No te sientes peor por llorar y no pienses mal de tu hermano - aunque sus últimas acciones en el pueblo no eran de ser un santo-. Él llegará pronto; no os dejará solas.

Susan se apartó; se habían alejado de su familia y habían entrado en la biblioteca para encontrar cierto sosiego que parecía no llegar. La joven no quería que su madre la viera llorar, ya bastante pena guardaba en el pecho. Miró a Ariadne, impotente.

- Escuché sin querer una conversación de mis padres no hace mucho. Él le pidió que se marchara para poner fin a su idilio con la hija de los Sinclair.

No hacía falta hacer mención que finalmente se había llevado la boda en perfecta armonía. Su casamiento había demostrado que la joven le importó bien poco a su hermano, que no regresó después que se demostrara que el antiguo marqués había tenido razón.

- Mi hermano se fue con la amenaza de que si volvía y la buscaba, no contaría con su apoyo - Ari se mantuvo callada, muy callada, invadida por un recuerdo del pasado -. ¿Qué hizo mi hermano? Pues cumplirle, sino, se quedaba sin nada, sin título, sin un apellido y familia. Es todo tan frustrante. Ahora mi padre está muerto, y Michael no ha vuelto. ¿Qué he de pensar, Ari? No nos quiere.

El llanto atrajo a la otra joven al presente. Con el corazón encogido, fue hacia ella y la abrazó.

- Os perdonará, perdonará a tu padre.

- Él no está aquí ya para escucharlo.

- Pero os estará cuidando desde el cielo, Susan.

Susan acabó agotada y fue a su dormitorio a descansar. Ari, en cambio, se quedó en la biblioteca viendo el manto de agua caer sobre los cristales sin dejarle una visión clara de afuera. Su tía estaría con la marquesa al igual que la hermana de esta, había decidido quedarse para darle apoyo aunque también su familia requería su presencia. Sin embargo, le faltaba una parte importante que nadie había llenado con sus pésames, abrazos y palabras de consuelo: su hijo.

Inevitablemente, pensó cómo se estaría sintiendo, pensó en él y en lo último que le había dicho Susan.

Las piezas rotas de esa noche se unieron  creándole un mal sabor de boca. Esa noche, él estaba saliendo de la biblioteca. Se imaginó que había discutido antes con su padre. De alguna manera inverosímil, él creyó que había sido una chivata por su presencia en las escaleras.

¿Qué más daba si tenía una baja opinión de ella?

Aún, podía recordar su mirada de odio sobre ella, como si fuera la única responsable de todos sus males. No evitó que su cuerpo se sacudiera por escalofríos. Miró lo que la rodeaba. Estaba sola, nadie de los criados había ido a encender la chimenea, así que el frío se debía por la falta de calidez. Sin imaginar que era un aviso del destino.

Salió de allí, con el único sonido de la puerta cerrarse, dejando guardado el pasado sin saber que este iba a salir muy pronto para arrastrarla con él.

Lo que no se imaginó que mientras estaba en la biblioteca mirando hacia fuera, un jinete iba llegando a los terrenos del marquesado, sin importarle bien poco que el agua lo mojaba y le calaba hasta los huesos.

El hijo ausente de los Highwood había regresado.

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora