Porque no soy ella (BORRADOR)

Otro trozo

Esta vez no echó mano a la persuasión para despertarla, comprobando efectivamente que se había dormido, no como la anterior vez que sí fingió estar inconsciente; su respiración pausada así se lo indicaba. Ni siquiera se movió al acercarse a su lado, observándola mejor. Podía haberse enojado, ya que había expresado su rechazo a que la tocara o besara cuando llegara el momento íntimo. Perfectamente, ella podía haber escogido ese camino para darle en las narices. Podía ser. Mas no lo estaba, su enojo de antes había desaparecido y ahora no se había movido de la cama, sin otra cosa que hacer que mirarla. 

Ladeó el rostro, le recogió un mechón  que se le había caído en la frente. Frunció el ceño, no era muy común en él, preocuparse por alguien que no se había ganado su confianza. Tampoco lo era para la dama implicada, que se había unido a él obligada. Contuvo un suspiro, no había entrado en sus planes el haberse quedado así, sin su noche de bodas. Mas esto no era definitivo; había sido una pausa. No quiso sonreír ya que la pobre no iba a estar dando saltos de alegría a la mañana siguiente. 

 — Ariadne.

No se movió, solo emitió un sonido quejumbroso que le podía indicar que no la molestaran. Sí, mañana no iba a pasar un buen despertar. La acomodó mejor entre las sábanas y, mientras, se iba hacia la salida de la habitación, pensó que no iba a ser una malévola persona. En cuanto se despertara, ordenaría a la cocinera que preparase uno de sus remedios milagrosos. No quería presenciar el momento que se lo tomara porque ya lo había vivido y sabía por propia experiencia que el brebaje no era santo de su devoción, pero quizás para ver su reacción, merecería la pena el verlo. Salvo que su presencia no era bienvenida. 

Probablemente, en los siguientes días, podía ser que se adentrara en terreno escabroso y escarpado. Pero nunca se echaba atrás en cualquier reto que se le presentaba. No estaba dispuesto a perder a la primera de cambio. 

Ariadne se había convertido en su desafío.