Las nubes negras nunca serían felices
— Lo que me estás contando no es cierto.
Molesta con la información recibida se levantó de su asiento sin importarle bien poco la opinión de la otra joven que estaba atenta a su reacción. Anne, en cambio, afectaba más de la cuenta paseó por la estancia hasta detenerse enfrente de la ventana. Su marido seguía afuera; hubiera sido la ocasión perfecta para salir. Quizás, lo hubiera encontrado por el camino. O no, dado que parecía ser había dejado día libre a la servidumbre.
¡Inaudito! ¿Desde cuándo los criados tenían día libre?
El imaginárselos retozando como conejos le provocó arcadas.
— ¿El cuadro no provocó un enfrentamiento entre ellos?
Se giró y la joven, la doncella de la marquesa Highwood, la miró cohibida. Si alguien se enteraba de su presencia allí, su señora tendría un buen motivo para echarla del marquesado. Había sido muy atrevido de su parte llegar hasta allí, salvo que Anne Dawney había sido su amiga de la infancia y, al menos por la amistad que las unía, debía informarle que sus intentos de separar la pareja eran vanos.
— Al principio no se hablaron, incluso mi señora tuvo un percance tras enterarse de tu regalo.
— ¿Y él qué dijo?
— Se mostró disconforme que le hubiera mandado el cuadro y dijo que no tenía ningún conocimiento sobre ello, ni quería saber nada de él. Hasta había querido devolverlo sabiendo que con ello podía generar un desaire a tu marido.
Anne quiso gritar por pura frustración, dejó caer su fachada de dulce para pasar a una llena de frustración y de rabia, su boca se torció en una mueca de disgusto. Palmeó fuertemente el respaldo de la silla y no pudo evitar que la amargura se adueñara de ella.
No podía ser que lo hubiera perdido. Sin embargo, aquello no cambiaba que siguiera casada de Dabney. Su flamante esposo no sabía todavía aún de sus sentimientos por su primo. Salvo que fuera viuda, o Michael se desinteresara por su esposa... Todo podía ser si fuera un milagro.
— Me imagino que están felices ahora.
— Sí, Anne. Lo siento mucho, pero creo que sería mejor desistir en cualquier intento por separarlos.
— ¡Él me pertenece! — le gritó —. Nunca lo fue de esa bicha, ni siquiera se interesó cuando me dijo que se iba a casar con ella. Es más, la odiaba. ¿Cómo puede ser que ahora la quiere? No puede ser que me haya olvidado.
Abatida tras la explosión de sentimientos, se sentó.
— De verdad, Anne. ¿Por qué no intentas luchar por tu matrimonio? Sé feliz con tu esposo; él te ama.
No dijo nada, asumida en el más denso de los silencios.
Phillipa se despidió de ella, deseándole lo mejor e intentara dejar de luchar por un imposible. No lo entendía; ella lo tenía todo: una casa, una linda propiedad, vestidos, alhajas, una pequeña servidumbre, y un esposo. ¿Cómo no adorarlo cuando le era devoto y fiel? No comprendió a su amiga, posiblemente porque no se había enamorado. Aun así, ¿quién no podía enamorarse de un hombre como era el señor Dabney? Solo esperaba que no cometiera una locura y se arrepintiera para toda la vida.
Se abrigó en su capa mientras descendió por los escalones de la entrada principal; tenía que aprovechar para visitar a sus familiares antes de que la lluvia la pillara por sorpresa.
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Porque no soy ella (BORRADOR)
Ficción históricaSin sinopsis por ahora. Un borrador sin mucha importancia.