Capítulo 14

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Era mejor saber la verdad por uno mismo que el escucharla por otro.

La sorpresa la sobrecogió dejándola paralizada unos segundos, sin saber cómo actuar o reaccionar. De repente y, con un único propósito, azuzarla.

¡Era un sinvergüenza!

  Lo empujó de nuevo con sus manos, queriendo apartarlo y demostrándole efectivamente que no se había desmayado. Su gozo en un pozo porque el hombre, que no se había dignado a verla en un año, estaba ahí, besándola y no porque la amaba. 

Quería llorar por la pura frustración que la ahogaba. Sus planes se habían chafado y sentía que aquello era una burla a su persona y a su orgullo. ¿Siempre debía castigarla con besos? ¿Los besos no estaban diseñados para amar? Su corazón se hizo más añicos y, rabiosa consigo misma y con él por dejarle otro bonito recuerdo que atesorar, se agarró a sus cabellos y le respondió con la rabia que estaba sintiendo, siendo este sentimiento la que le impulsaba a responderle. Si creía que iba a amedrentarse, se había equivocado. Esta vez no escaparía, ni le daría la oportunidad de humillarla. 

No supo el qué, pero algo cambió, ya el beso no era un empuje de labios sino que se convirtió en una lucha para querer ganar y dominar al otro. Las ropas les sofocaban y les costaban respirar. Ya no hubo pensamiento que pensar, sino el sentir como la sangre corría como lava en sus venas y las entrañas se retorcían deliciosamente. Era perverso y... dulce. Muy dulce. Cuando la apretó contra su cuerpo, chocando, gimoteó en sus labios. Por suerte o por desgracia, alguien tocó en la puerta haciendo que la conciencia volviera a ella y lo apartara de sopetón. Esta vez, él desconcertado, se alejó de ella. En medio de la penumbra, una luz centelleó. 

—  Disculpadme — los dos se giraron hacia el intruso y ella soltó un jadeo de horror, rápidamente —. Pensé que estaba sola. Veo que no era el único.

¡Esto no le podía estar pasando a ella!

Empujó a Highwood a la cama, ya que se había quedado ojiplático por la presencia de ese caballero que parecía conocer a su prometida y esta, nerviosa, fue hacia él.

— Señor Elwes, espera, yo se... lo explico. No es lo que parece. El marqués...

— Lo siento, señorita Stinger. Pero ya veo que ha elegido — hizo una mueca y se dispuso a irse.

— ¡No! — pero el joven se estaba marchando y ella iba tras de él cuando alguien impidió que fuera a su búsqueda —. Suélteme. ¡Esto no tendría que estar pasando! No.

Había hecho daño a una persona, tenía que ir para explicárselo. Él no se merecía ese daño. Gritó y pataleó contra la persona que la agarraba y ponía de revés su mundo. 

— ¡Suélteme! — le exigió.

— No, no. ¿Me va a explicar ahora mismo quién era ese joven? Por favor, intente que sea convincente para no ir tras de él.

Se giró hacia él con los ojos abiertos y lo empujó con las manos, con saña y resquemor.

— ¿Me está pidiendo explicaciones? No tiene vergüenza — se retorció como una gata, pero él la sujetó bien entre sus brazos, el choque de sus cuerpos no fue indiferente para ambos, mas los sentimientos exaltados, no era buena combinación para el orgullo —. Aparece por arte de magia y me exige explicaciones que no merece en dárselas cuando no se ha dignado en preguntar por mi bienestar ni un día. 

— No ponga mi paciencia al límite, señorita Stinger — masticó lentamente cada palabra —. No soy yo quien se ha fugado a media noche, a escondidas de todos, y estuviera por casualidad en el lugar del crimen, ¿para qué, para encontrarse con su amante y fugarse los dos?

— Cállese, cállese no tiene ese derecho sobre mí.

Apretó más sus brazos entorno a ella.

— Lo tendré, ya que será mi esposa pronto y no quiero que me haga ser el hazmerreír de todos.

¿Le estaba hablando de burla?

— Usted me dice que no quiere ser el hazmerreír, ¿y a mí? ¿en dónde me ha dejado cuando iba a Londres y no me visitaba? ¿Cuándo su madre o mi tía me enviaban miradas de compasión, esperanzadas para que el futuro novio apareciera y se dignara a verme, para que se sintiera orgulloso de mis progresos? Por no decir que sus amigos especulaban sobre el por qué se mantenía distante de su prometida. ¿Qué me dice de sus visitas al señor Dabney? Le sorprende que lo sepa, ¿verdad?  Londres es muy pequeño para no saber las noticias — la expresión del hombre se mantuvo imperturbable, solo la intensidad de su mirada le decía que no era tan indiferente como quería demostrar —. Es un cínico, ¿me ha escuchado bien? Un cínico.

— Me ha dejado claro que soy un cínico. No voy a discutir sobre lo que he hecho o no.

— No lo niega, ¿verdad?

Echó más sal a la herida.

— ¡No tiene perdón! No quiero casarme con usted. No quiero. 

— Pare — le cogió la cara con su mano, para que lo mirara —. La boda continuará, quiera o no quiera. Porque usted fue la responsable que nos puso en esta situación.

— Yo no tenía culpa de que no mantuviera los calzones puestos — Michael no dijo nada, porque tenía razón. Aun así, le escocía y le daba rabia — y fuera desleal con su familia. Mi vida vale más que un título de marquesa. 

Fue cuando la soltó o ella misma se deshizo de su agarre, le envío una mirada de desdén. Hizo el ademán de irse hacia la puerta como si hubiera terminado con la conversación. Aunque mantenía la barbilla en alto, se denotaba sus pasos cansados.

Él se sintió más miserable; pero no podía dar marcha atrás. 

— Si decide no casarse conmigo, desvelaré su encuentro con lord Elwes.

Apretó los puños en sus costados; sí, era un miserable. No hacia falta que ella se lo dijera. No supo que estaba conteniendo la respiración hasta que la oyó.

— No he tenido otra opción desde que me condenó — se dio la vuelta para mirarlo—. Le juro que cuando nos casemos, su vida no será tan dichosa como la mía. 

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora