Un trozo

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¿Por qué sorprende la verdad dicha?


Si había creído que su llegada a Londres iba a ser discreta, se equivocó por completo. Desde fuera se podía ver las habitaciones de la planta baja iluminadas. Aunque hubiera pensado que, por la hora que era, ya había alguien dormido no fue en el caso de su familia que en cuanto oyeron los cascos de los caballos sonando en medio de la silenciosa madrugada salieron en estampida con la esperanza evidente en sus rostros. 

Pidió al cochero que ayudara bajar a la doncella de la señorita Stinger mientras él... se encargó de llevar a esta última. Fue perfecto porque en cuanto bajaron y la alzó en sus brazos, no se despertó cuando tuvieron más de un testigo observando su magistral aparición. La culpable de ello no se inmutó, sino que se cobijó más en sus brazos, notando la calidez que la rodeaba sin imaginarse de dónde era esa fuente de calor. Si llegara a despertar, le habría arrancado la cabeza.

 Tanto su madre como la tía de la joven exclamaron por su aparición. Su hermana no había podido con el sueño, y estaría durmiendo. 

— Dejemos la historia para más adelante — no estaba de humor para saciar sus histriónicas preocupaciones.

— Pero hijo, ¿estáis bien?  No nos podíamos creer que...

Se contuvo en no responder mordazmente y solo asintió secamente, llevando a la susodicha a su cama. 

— Hablaremos en otro momento — les insistió otra vez. 

Las dos mujeres se miraron entre ellas y soltaron un suspiro de alivio, volvieron a dentro, con la esperanza de saber qué era lo que había ocurrido, mas nadie, al menos por ese momento, no estaba por la labor de contar lo sucedido. Al menos estaban bien, sin ningún rasguño que tuvieran que lamentar. Además, el marqués Highwood había vuelto antes; y no había más que estar preocupadas por ello. 

Highwood le preguntó al mayordomo dónde eran los aposentos de su prometida, lo normal, ya que no había pisado la casa desde hacía un año y no sabía cuál era la habitación de Stinger. La pudo localizar sin tener que desesperarse en abrir puertas que no eran. Amablemente, un criado llevaba un candil para iluminar su paso.

— Gracias, puede ir a descansar. Ya me encargo de ella.

Le dejó el candil, lo cual le agradeció para depositarla en la cama y acomodarla. Aunque no era su tarea, le quitó el calzado sintiendo cierto tirantez en su cuerpo, no podía despegar su mirada de las medias que cubrían sus tobillos y pantorrillas. Titubeó, sintiéndose extraño consigo mismo. Ese titubeo lo enfadó y se las quitó sin pensar mucho en ello, ni la piel que iba descubriendo. Como si no era la única piel que veía.

 Ella había caído al quinto sueño porque no se enteró, lo que le proporcionó cierto regocijo porque despierta, no se lo habría permitido. ¿Se estaba volviendo loco? Loco, no estaba seguro, pero ya le estaban afectando el cansancio y lo acontecido en esa taberna. Debía hacer lo propio y dormir, ¡qué lo necesitaba mucho!

 También le quitó la capa y metió a Stinger entre las sábanas. Abrigada, sana y salva, siendo un encantador angelito. Le dio la espalda y fue hacia la puerta para marcharse cuando se acordó de que llevaba la capa y de esta se le había caído algo que pudo ver con la luz del candil. Frunció el ceño y recogió la nota arrugada. Olvidándose del sueño, dejó la capa en la silla más próxima y se sentó, desdoblando la nota.

Aunque ya sabía que su prometida había querido fugarse con el caballero, este había hecho acto de presencia desvelando su traición, la nota lo reafirmaba siendo escrita por el propio señor Elwes declarándole su amor a alguien comprometido y, esperaba, que ella le correspondiera e hicieran lo impensable: fugarse.

¿Lo amaba? ¿Tanto?

Al parecía ser que lo amaba, si no habría intentado de fugarse con él.

Un sabor amargo se instaló en su boca como si hubiera tragado hiel. Era lo que habría pasado si él no hubiera estado en aquel lugar, por casualidad. Aplastó el papel con sus dedos, haciendo de esto, una bola inservible. 

Había estado mucho tiempo ausente; era hora de que cambiara ese hecho. 

Era hora de tomar su lugar allí. 

Porque no soy ella (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora