Capítulo 4: Lecciones de jardinería

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Planeta Vegeta: Sadala, barrio residencial


¡Por fin, la última! – pensó Auber mientras cavaba un nuevo hoyo y se esforzaba en controlar el ritmo de su respiración.

Llevaba casi un mes reparando y cuidando el jardín de Morello. Todas las tardes, tras terminar su entrenamiento en la academia, acudía a recibir formación por parte del anciano. Al principio este le hablaba de los diferentes tipos de vegetación del planeta Vegeta, le instruía sobre sus características, propiedades y técnicas de cuidado, y le guiaba en la reconstrucción del jardín. Así supo que las flores que cultivaba se llamaban amilias y que, en otro tiempo, habían sido muy comunes en Sadala.

- Eran el símbolo de la nobleza – le contaba Morello. El muchacho escuchaba con atención sus explicaciones, si bien al principio le resultaron un poco aburridas. Aunque debía reconocer que le gustaban las flores, la pasión del anciano por el tema superaba su capacidad de concentración. Sin embargo, tras la primera semana, este le permitió entrar en su casa y fue allí donde despertó su verdadero interés por las lecciones.

Morello tenía cientos de hololibros, agrupados en varias estanterías, con datos sobre diferentes planetas. La posibilidad de aprender sobre las características y naturaleza de lugares tan lejanos fascinó al muchacho desde el principio.

- Imaginé que te gustarían, eres demasiado curioso – le dijo mientras le enseñaba su colección.

Auber nunca había tenido acceso a tanta información. El pueblo saiyan no se caracterizaba por su interés por el conocimiento, más allá del relacionado con el ámbito militar. Los pocos que optaban por esta vía eran vistos como bichos raros por el resto de la sociedad. De este modo, los únicos hololibros a los que había tenido acceso eran los manuales de estrategia de la academia que formaban parte del programa de formación establecido por el imperio. Ese desinterés por conocer las diferentes razas y culturas que poblaban el universo le resultaba contradictorio, más en una que aspiraba a expandir su dominio por otros planetas.

- A nuestra raza no le interesa promover el conocimiento de otros pueblos – le explicó Morello cuando le preguntó por este tema.

- ¿Por qué no? - preguntó Auber -. Estudiar a tu enemigo es la base para conocer sus debilidades y elaborar una estrategia de combate. En la academia nos explican que ese fue uno de los motivos por los que la conquista del planeta Tardalia fracasó.

- Es cierto – confirmó el anciano -. Sin embargo, que los soldados conozcan a su enemigo conlleva también demasiados riesgos...

- ¿Por ejemplo? - continuó Auber. Al anciano le encantaba dejar sus respuestas a medias. Decía que eso formaba parte de su formación, ya que le estimulaba a plantear nuevas preguntas.

- Estudiar a tu enemigo no es solo analizar sus fortalezas y debilidades. Consiste en ponerte en su piel, en pensar como él. Ese proceso te ayuda a entender sus motivaciones y te permite conectar. Es precisamente esa conexión la que temen los mandos del ejército imperial. Uno puede llegar a apreciar aquello que entiende. Sin embargo, en la bruma del desconocimiento, todos estamos ciegos y obedecer y cumplir órdenes se convierte en una labor automática, casi incuestionable.

- Ya vuelves a sonar como un académico – le dijo Auber, sonriendo -. Aunque creo que entiendo lo que quieres decirme.

- Lo entenderás algún día... - dijo el anciano apoyando con gentileza la mano en su cabeza. Era una costumbre que había cogido y que el muchacho encontraba muy agradable.

La segunda semana pasó las tardes inmerso en las nuevas lecciones recogidas en los hololibros de Morello. El saiyan le hablaba de la flora y fauna de otros planetas, de botánica, de cartografía y de casi cualquier tema relacionado con la exploración espacial. Sin embargo, a pesar de su insistencia, no consiguió que le contase nada sobre Kalael, la extraña tumba ni nada relacionado con la Larga Noche. Cuando abordaba esos temas, Morello solía adoptar una pose pensativa y el resto del día lo pasaba sumido en un melancólico silencio. Aunque era reservado respecto a su pasado, de vez en cuando se le escapaba alguna anécdota relacionada con este. Así se enteró Auber de que había sido explorador.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora