Capítulo 55: Terror en la ruta a Malvarala VI

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Cuadrante 36, Sistema Malvarala, lanzadera Oasis 05, sala de carga.


 - Largaros de aquí – dijo Auber interponiéndose entre el rathasha y sus compañeros.

Mierda, pensé que lo había eliminado – se recriminó mientras observaba la masa negruzca con forma humanoide que se alzaba ante ellos. Había atravesado el pecho de Fig pensando que sería un golpe mortal, pero estaba claro que la fisonomía del rathasha distaba mucho de la de un saiyan -. Debo detenerlo cueste lo que cueste.

- ¡¿Pero qué mierda dices?! - bramó Lych tras él -. ¡Tenemos que salir de aquí de inmediato!

- No podemos – respondió Auber -. Alguien debe retenerlo o acabará con todos nosotros. Tú no puedes moverte en condiciones y Prico está herido, soy el que tiene más posibilidades de sobrevivir.

- ¡Eso es una estupidez! - siguió Lych.

Y que lo digas... – pensó Auber. Quedarse a luchar contra el rathasha suponía una sentencia de muerte asegurada ¿Cuándo se había convertido él en un mártir? Su misión principal era buscar huellas de Los Visitantes y su magia para librar al pueblo saiyan del yugo del Imperio, con ese objetivo lo había adiestrado su abuelo. Sin embargo, ahora era capitán de escuadrón y no podía dejar atrás a sus camaradas -. Supongo que soy incapaz de renunciar a mis viejos sueños.

- Vámonos, es una orden del capitán – intervino Prico con una calma inesperada dada la situación.

- ¡Ni de coña, no pienso huir y dejarle atrás otra v...

El golpe de impacto de Auber atravesó la cabeza de Lych haciendo rebotar su cerebro con una corriente de ki. En circunstancias normales el saiyan habría sido capaz de esquivar el ataque con facilidad pero, intoxicado por el veneno paralizante del rathasha, no pudo más que recibirlo sin oposición. Inconsciente, habría caído al suelo de no ser por el firme agarre de Prico. Este observó con naturalidad la acción de su capitán y, tras esto, se cargó a su compañero al hombro.

- Capitán – dijo Prico acercándose a él y estrechando su mano -. Gracias por todo.

Tras un instante de duda, Auber apretó con fuerza la mano de su compañero, agarrando lo que le pasaba. Su familiar tacto le bastó para comprender su plan. Prico abandonó la sala sin mirar atrás, dejando solo a Auber frente al rathasha. Los dos rivales se situaron uno frente al otro.

- Tu sacrificio será en vano – dijo el rathasha -. Acabar contigo será cuestión de segundos y luego no tengo más que volar de regreso a la nave y terminar el trabajo.

- Basta de engaños – exclamó Auber -. Estamos justo donde quieres. Lych tenía razón, hay algo en esta sala que necesitas, por eso no te negaste cuando Jared nos envío a registrarla. Pero hay una cosa que no entiendo, ¿por qué no cogerlo sin más, por qué provocar un baño de sangre?

Una leve sacudida fue el único aviso de que la sala de carga se había desacoplado de la nave principal. Ya no había vuelta atrás, estaba a la deriva, atrapado junto al rathasha.

- Supongo que a estas alturas el secretismo está de más – dijo el rathasha -. Tienes razón, mi señor me envío al planeta Malvarala en una misión de rastreo de crucial importancia para el futuro del Imperio. Esa misión debía llevarme a Tarsex, donde me ocuparía de Tomber y sus hombres. Sin embargo, contra todo pronóstico, tu equipo y tú conseguisteis derrotarlos antes de mi llegada y desconozco cuanto llegasteis a descubrir respecto a ellos y sus operaciones. Eso os convierte en un cabo suelto que debo eliminar a toda costa. En cuanto al resto de la tripulación de la nave, me gusta ser concienzudo en mi trabajo.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora