Capítulo 21: El planeta Malvarala

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Cuadrante 36, Planeta Malvarala.


La nave de la embajada malvariana descendió hacia la superficie del planeta. Toda su extensión, hasta donde alcanzaba la vista, parecía estar formada por una inmensa masa de agua y apenas se divisaban algunos espacios de tierra, si bien no eran más que meros islotes; yermos y sin rastro de vida. Raditz se removió en su asiento, incómodo. Sabía por los informes del Cuerpo de Exploradores que el hábitat de los malvarianos era fundamentalmente marino, por lo que la ausencia de tierra no suponía un inconveniente para ellos.

Odio los mundos acuáticos – se lamentó el explorador mientras rememoraba su mala experiencia con un enorme pulpo durante su primera expedición con el Cuerpo de Exploradores.

- Bienvenido al planeta Malvarala príncipe Vegeta – dijo el embajador Saziss con tono orgulloso.

Tanto él como su asistente Zailey se encontraban junto al príncipe, contemplando el paisaje desde el puesto de mando. Si el embajador esperaba algún signo de asombro por parte de Vegeta, el resultado fue una enorme decepción. El príncipe continuó manteniendo su habitual gesto, entre huraño y soberbio, que tanto incomodaba a los que tenían la desgracia de servir bajo su mando. El único que parecía aguantar su carácter sin inmutarse era Salad si bien, en las casi tres semanas de viaje que llevaban juntos, Raditz no recordaba haberle visto mostrar prácticamente ninguna emoción.

Lentamente, serpenteando, la extraña nave con forma de pez surcó la superficie del planeta hasta alcanzar una masa de tierra de tamaño considerable. Sin embargo, cuando Raditz creía que sus temores respecto al agua eran infundados, la nave se sumergió justo antes de tocar tierra. Bajo la superficie, excavados de forma artificial, se encontraban una serie de conductos de gran tamaño, sin duda la puerta de entrada al puerto estelar. Por uno de ellos se internó la nave, coleando como un pez, hasta emerger en una enorme cavidad subterránea. Dentro habían varias dársenas que ha Raditz le recordaron a los amarraderos de un puerto marítimo. También había otras naves con aspecto de pez, similares a la del embajador. La única que destacaba, por su singular diseño, era una lanzadera de forma triangular con dos grandes alas plegables y un largo morro en forma de pico.

- Hemos llegado al puerto estelar – señaló Saziss -. Fuera nos espera la comitiva que nos llevará a El Núcleo, la sede donde se reúne el Octágono. Allí os servirán un refrigerio y podréis conocer al resto de dirigentes del Sistema Malvarala.

- Salad, ordena a los soldados que esperen en la nave hasta nueva orden – dijo Vegeta ignorando las palabras del embajador -. Tú y Raditz venid conmigo.

Salad se apresuró a transmitir las órdenes por su rastreador a los soldados y, tanto este como Raditz, escoltaron a Vegeta y al embajador hasta la salida de la nave. En la dársena los esperaba una comitiva formada por varios malvarianos vestidos con lujosas túnicas y otros seres de diferentes especies. Por el anillo de acero que llevaban al cuello y su pobre vestimenta, Raditz supuso que se trataba de esclavos. Toda la economía malvariana giraba en torno al comercio de esclavos, por lo que su presencia no era inesperada. Lo que si sorprendió a Raditz fue ver a un saiyan entre ellos. Estaba justo tras el tardaliano que presidía el cortejo, un reptil de tono rojizo. Alto y musculoso, su cola de simio no dejaba lugar a dudas. Debía de actuar como guardaespaldas de los tardalianos si bien, gracias al anillo de supresión que portaba en su cuello, era imposible medir su poder de combate con un rastreador. El saiyan tenía la mirada perdida y no pareció reparar en la presencia de sus congéneres. No tenía importancia. Después de todo, un saiyan tan débil como para dejarse apresar no era digno de atención.

- ¡Bienvenido príncipe entre príncipes! - exclamó el malvariano que presidía la comitiva -. ¡Es para mí y para el Octágono un tremendo honor el recibir a un invitado de tan distinguida raza! ¡Un dios entre mortales! Permitidme que me presente. Soy Acxis, miembro del Octágono y el general a cargo de la ofensiva contra los despiadados tardalianos. Supongo que estaréis cansado de tan largo viaje, así que hemos preparado un banquete para vos y vuestros hombres en nuestro refectorio principal. Tiene espacio para mil comensales, así que estaréis bastante cómodos. Luego podréis descansar en uno de nuestros balnearios y disfrutar de los placeres que ofrece el planeta Malvarala. Ya mañana, cuando vuestro ejército este repuesto, podremos reunirnos para planear nuestra estrategia de combate.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora