Cuadrante 36, Sistema Malvarala, Planeta Malaxis, alrededores de la torre de comunicaciones.
Esto me da mala espina – pensó Ange mientras analizaba los alrededores de la torre de comunicaciones desde el improvisado refugio rocoso donde se ocultaban.
Los cinco saiyan habían llegado a la torre hacía unas tres horas y, desde entonces, se habían dedicado a observar los movimientos de sus enemigos. Sin embargo, para su sorpresa, sus defensas eran bastante reducidas a pesar del estado de alarma en el que debía estar el planeta tras su llegada. Solo dos guardias, con una fuerza inferior a las 200 unidades, se encontraban en su interior y el único refuerzo que habían recibido era otro soldado, de 910 unidades que; por su estilo de armadura, debía tratarse de un prefecto.
- Había escuchado que los prefectos eran guerreros poderosos – señaló Artic cuando, hacía una hora, detectaron su fuerza con el rastreador -. Supongo que tenemos varemos diferentes... ¿Quieres qué acabemos con él?
- No merece la pena, esperaremos a ver si llega un pez más gordo – respondió Vegeta.
Sin embargo, nada había cambiado desde entonces. Los soldados tardalianos continuaban acantonados en el centro de mando y ni el legado Cornelius, ni ninguna de las otras dos fuerzas de importancia que habían detectado, había realizado ningún movimiento. Ange suponía que los tardalianos se estaban contentando con esperar a la llegada del embajador imperial. No era un mal plan y, si Raditz no llegaba a tiempo, sería sin duda su triunfo.
Ange tenía la esperanza de que Raditz llegase acompañado de Tich. Cada vez echaba más en falta la sonrisa despreocupada de su compañero y su capacidad para inflamarle optimismo. Su asignación al escuadrón de élite había sido tan traumática como había esperado y, para empeorar la situación, debía servir bajo el mando de un loco suicida como Vegeta. No podía estar más lejos del futuro tranquilo que siempre había deseado.
Un leve zumbido en su rastreador la devolvió a la realidad. Sin embargo, cuando analizó los alrededores, todo seguía igual, ningún movimiento en las tropas enemigas.
- ¿Habéis escuchado ese zumbido? - preguntó Artic justo antes de que sonase por segunda vez.
- ¿Qué narices es eso? - dijo Ennel.
- Parecía una voz – señaló Salad.
Era cierto. El último zumbido parecía haber ido acompañado de una voz. Como uno solo, los cinco saiyan se pusieron en pie y adoptaron una formación defensiva.
- ¡Quizás sea Raditz contactando con nosotros! - sugirió Artic.
- Es demasiado pronto, aún debería tardar unas horas – respondió Vegeta.
- Buenas tardes saiyans, ¿disfrutando de la flora del planeta Malaxis? - preguntó una voz desconocida en sus rastreadores.
¡Maldición! - pensó Ange -. Alguien había conseguido interceptar sus comunicaciones.
- ¿Quién demonios eres? - preguntó Artic.
- ¡Idiota, no respondas! - le reprendió Vegeta.
- Me presento – continuó la voz -. Mi nombre es Serpicus, prefecto de la VII legión de Tardalia. Permitid que felicite a vuestro estratega. Nos habéis ocasionado muchos problemas al destruir nuestro centro de escudos, una maniobra muy astuta.
- Gracias, esto es solo el principio – respondió Vegeta -. Muy pronto las columnas de humo se extenderán por todo el cielo de Malaxis, las más altas serán las de vuestros cadáveres.
Gran guerrero y encima poeta, lo tiene todo – pensó Ange con malicia.
- Una amenaza muy osada, digna de un saiyan – le felicitó Serpicus -. Sin embargo, me temo que se trata de una amenaza vacía por tres razones. La primera es el hecho de que os estéis ocultando con tanto cuidado lo cual me indica que, a pesar de que conocéis nuestro poder, vuestra fuerza de combate es inferior.
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Dragon Ball: una historia de los saiyans
FanficAño 737. Freezer llega a la órbita del planeta Vegeta tras haber congregado a la gran mayoría de los saiyans desperdigados por el espacio. Preocupado por el creciente desarrollo de la fuerza saiyan dentro de las filas de su imperio y temiendo el sur...